jueves, 9 de abril de 2009

Star Trek: El Enemigo Definitivo

Nota del Autor.

Éste relato fue escrito en diversos lugares, todos ellos en Sevilla. Lo comencé en un autobús de la línea 2, pero todo lo demás fue escrito en el Parque de la Torre de los Perdigones, en la Taberna del Dragón Verde, en la Calle Avicena, y en el Pub irlandés Paddy Flaherty’s, en la Calle Alemanes.
Quiero, por tanto dar las gracias a todas las personas que han estado a mi alrededor durante mis sesiones de escritura en el parque, cuyos nombres ni conozco ni creo que llegue a conocer. También a todo el personal de los bares anteriormente mencionados, a quienes ya tuve la oportunidad de decirles en persona que si esto fuera una película en lugar de un relato escrito, ellos serían los extras. No aparecen directamente en la historia, pero están ahí.
A todos ellos les ruego me disculpen por no mencionar sus nombres, pero aunque conozco los de la inmensa mayoría, no quiero que mi memoria me juegue una mala pasada y se me pueda escapar alguno de vosotros. Permitidme que os deje en las sombras, que a mi modesto entender es el mejor lugar posible. No os verá nadie, pero yo os doy mi palabra de que sin vuestra presencia y colaboración, no habría sido capaz de escribir esto... Por supuesto, sí que he de dar las gracias al Sr. Arthur Guinness y sus sucesores, sin cuya bebida energética no habría podido plasmar correctamente mis ideas en papel.

También quiero recordar a mis amigos Trekkies, empezando por el CSTSE, y a algunos que no son socios del mismo, como Juan Pe Betanzos, Salomé Tirado, Mercedes de Pando (y familia, que siempre me acogieron como a uno más de ellos), Paula Sánchez de Pando, Sonia Mañas, Ángela Teruel, Jorge González, Sofía del Mar González Teruel y el resto de mi familia... Todos, sin excepción, me ayudaron y estuvieron a mi lado en los momentos extraordinariamente malos que he tenido que pasar desde que el día 2 de enero de 2.009 me ví abandonado en la calle, donde no llegué a verme obligado a dormir pues mi padre volvió a acogerme después de cuatro años sin hablarnos... Como ya sabéis, yo no tenía voluntad para vivir, de hecho sólo quería morirme, y aunque nunca hubo peligro real de suicidio, podría haberme visto envuelto en una espiral de auto-destrucción. Sin vosotros nunca jamás hubiera encontrado un motivo para seguir viviendo. Este relato es tan vuestro como mío.
Al resto del Fandom Trekkie Español, con especial mención al Club Cochrane de Madrid y al Colectivo Get a Life de Barcelona, gracias, y espero que disfrutéis leyendo “El Enemigo Definitivo” tanto como yo he disfrutado escribiéndolo.

Por último... O casi: De todos los personajes que aparecen aquí, todos son parte de mí, o más bien son distintos aspectos de mi personalidad, excepto tres casos: James Tiberius Kirk, que he intentado basar en el Capitán de la Serie Clásica, dándole unos cuantos años más de vida y experiencia. El segundo es Rafael Ríos, basado en una persona real que murió en accidente de tráfico a principios de 2.009. Rafael era primo de mi gran amigo Antonio Valentín, y en esta vida he tenido la desgracia de no haber podido llegar a conocerlo. No sé cómo era, pero sí que conozco perfectamente la huella que ha dejado en Antonio. También sé el vacío que ha dejado en su vida y en las de todos los que sí que llegaron a conocerlo. Ha dejado mujer e hijo, a pesar de que aún veía lejana la fecha de cumplir la treintena… El destino ha querido que no viva para ver ése día, pero yo quise rendirle un homenaje póstumo en el que sé que no he podido plasmar cómo era él. De todos modos, quiero imaginarlo como ese tripulante del Enterprise siempre dispuesto a echar una mano, jamás ocupado en demasía cuando alguien necesitaba de él. Descansa en paz, Rafael Ríos, algún día, espero, nos conoceremos en otro país lejano que tú ya conoces y al que yo espero poder tardar en seguirte.
La tercera persona es Elisa Mayo, inspirada y que refleja a una gran mujer que conocí en la Taberna del Dragón Verde... Mayo. Ojalá te guste.

Y acabemos ya con un compromiso por mi parte: El de haceros llegar a todos y cada uno de vosotros esta historia para que podáis leerla y decirme después que os parece.

Una vez más, gracias, de corazón.

Sevilla, 3 de abril de 2.009
Star Trek
El Enemigo Definitivo


Capítulo 1: Reflejos.

Jim Kirk miró su reflejo, intentando reconocer algo familiar en aquella imagen invertida de –no había duda de ello- sí mismo.

Invariablemente, todas las mañanas seguía el mismo protocolo: Ducha, afeitado y reconocimiento en el espejo.

- ¿Dónde estás, Jim Kirk? –el espejo, por supuesto, no pudo contestar.

Su rostro, en un tiempo anguloso, había sufrido un lento e inexorable proceso de hinchazón, y ahora todo él era una forma redondeada. ¿Cuánto hacía? Sería hace unos quince años, a lo sumo, cuando observó preocupado por primera vez que su mentón prominente comenzaba ser engullido por sus mejillas. Una vez se convenció de que no estaba equivocado, comenzó a ir al gimnasio. A sus ochenta y cinco años, apenas pesaba cinco kilos más que cuando dejó de comandar su querido Enterprise. Sin embargo, ni su rostro volvió a ser el de antes ni sus músculos parecían notar las horas de esfuerzo que les dedicaba. Cuando una década atrás fue a ver a su amigo Bones, el diagnóstico que le dio fue tan breve como demoledor:
-Te has hecho viejo, Jim.

¿Qué frase había usado luego…? “I’ve been wasting time all my life and now time doth waste me” (He pasado toda mi vida gastando el tiempo y ahora es el tiempo quién me desgasta a mí).

Ojalá éste nuevo enemigo no hiciera tan bien su trabajo…

Echaba de menos a Bones. Su fallecimiento años atrás fue un duro golpe. Una mañana, Bones ya no se despertó. Ninguno de los médicos que examinaron su cuerpo pudo dar con la causa. Sólo el bueno de Hikaru expresó con palabras de qué murió en realidad:

- Ya no le quedaba nada por hacer en esta vida.

Irónicamente, menos de un mes después era el propio Sulu el que moría. Vaporizado por rebeldes de alguna facción desconocida mientras intentaba poner paz. No le era extraño ese trabajo, pero sólo alguien como Sulu podía reconvertirse de timonel a Capitán de nave estelar… Para después jubilarse y reaparecer como embajador y mediador… Y con éxito, además.

Comparado con Sulu, Jim Kirk había sido un simple objeto decorativo desde su jubilación. Por supuesto que había protestado, en realidad había armado un auténtico Pandemonio, pero el mismo Presidente de la Unión Federal de Planetas le había ordenado evitar cualquier tipo de actividad peligrosa.

Todo oficial de la Flota sabía que aún fuera del Servicio Activo, seguía estando obligado a acatar las órdenes que se le dieran… Y no quedaba ni un sólo funcionario de la UFP que no supiera de la gran habilidad del Capitán James Kirk para estirar y doblar las órdenes, sin romperlas, pero adaptándolas a sus propósitos.

- Antes o después, capitán, todos pagamos por nuestros pecados… Bien, ahora le toca a usted.
(Las palabras del Presidente se grabaron a fuego en el cerebro de Jim Kirk).
- Tendrá usted escolta permanente. La UFP no puede arriesgarse a que el único comandante que ha conseguido sobrevivir a la misión inicial de cinco años pueda morir de causas no naturales.


Desde aquel día, más de diez capitanes de nave estelar habían sobrevivido a su misión inicial. Cada vez que esto ocurría, Jim Kirk elevaba un muy respetuoso y no menos formal comunicado solicitando la anulación de aquella orden.
Invariablemente, a las 72 horas terrestres, el capitán Kirk recibía una contestación extensísima que siempre acababa con las mismas palabras:

“Lamentamos tener que rechazar su solicitud”.

Jim Kirk pasaba el tiempo de conferencia en conferencia, prestando lo único que se le permitía ofrecer: Su experiencia.
Dado que no se le permitía viajar fuera de la Tierra, muchas de tales “conferencias” eran charlas intrascendentes vía subespacial. Pasaba el tiempo y Kirk se daba cuenta de que cada vez más y más de los asistentes dejaban bastante claro que sólo lo consideraban ya un viejo dinosaurio sin conocimiento real de las relaciones galácticas actuales.

- No los culpo. En realidad yo mismo pienso eso exactamente de mí.

Su última salida fue a Vulcano, para la boda de Saat, hijo de Spock y Saavik. Recordaba Jim Kirk cómo había susurrado al oído de Spock:

- Por una vez puedo estar presente en un Khunat Kalifi sin tener que luchar a muerte con el novio.

Ni un sólo músculo más allá de los estrictamente necesarios se movió mientas Spock respondía:

- ¿Está usted seguro de eso, Capitán?

Habían pasado demasiado tiempo juntos como para que Jim Kirk no supiera que su amigo bromeaba, pero no pudo evitar que todos sus músculos se tensaran y el vello se le erizara mientras la adrenalina comenzaba a fluir por su cuerpo.
- Veo que sigues siendo un hombre de acción, Jim.

Jim Kirk sonrió. Spock permaneció serio y atento a la ceremonia. Ahora que Bones no estaba, éste “vulcaniano de sangre verde” era la persona que mejor le conocía en el Universo.

Cuando por fin Saat tocó el gong hexagonal, James T. Kirk exhaló relajado el aire que retenía en sus pulmones.
Después, llegó el momento de los aparentemente fríos intercambios de parabienes entre los asistentes. Aparentemente sólo, pues su ceremoniosidad sólo era la evolución vulcaniana del cariño expresado en la Tierra. Jim Kirk, a su vez, era el terrícola que mejor comprendía los ritos de Vulcano.

Faltaban los recién casados, por supuesto, que aún antes de que se apagara el eco del gong habían desaparecido en su nuevo hogar. El Pon Farr podía retrasarse, nunca evitarse, y parte del Khunat Kalifi estaba diseñado para que los novios no tuvieran necesidad de agasajar a los invitados… Esa tarea recaía en las familias, mientras que a los novios sólo se les permitía dedicarse a otras actividades infinitamente más placenteras.

Conociendo la proverbial resistencia de los hombres (y mujeres) de Vulcano, Jim Kirk sabía que pasaría casi una semana antes de que Saat y T’Pol volvieran a salir de su casa. Sabía que Saat tenía una cuarta parte de sangre terrícola en sus venas, pero ese otro cuarto de sangre romulana que había heredado de su madre Saavik, debería compensar cualquier posible carencia.

Eso había sido años atrás, pensó Kirk, y de repente tomó una decisión.

- Seguro que lo lamentaré el resto de mi vida –pensaba mientas redactaba una petición más inusual y desde luego mucho menos formal y respetuosa que todas aquellas que había dirigido anteriormente al Presidente de la UFP.


La firmó, por primera vez, con su auténtico rango:

“Contra – Almirante James Tiberius Kirk”.

Pulsó “enviar” y se dispuso a esperar las 72 horas que sin duda tardaría la respuesta, rogando no arrepentirse de lo que acababa de hacer…

Apenas cinco minutos después, se sobresaltó por el aviso sonoro que le informaba de la respuesta. La leyó y la releyó hasta convencerse de que no se equivocaba:

- “El Sr. Presidente le recibirá mañana a las 09:00h. Se le espera correctamente uniformado”.

“En Marcha”, pensó Jim Kirk, y ya no pudo tranquilizarse en todo el día.


Capítulo 2: Futuro.

- El Contra-Almirante James T. Kirk se presenta.

Mientras decía esto, el reloj de pared cambió de las 8:59 a las 9:00h.

- Sea bienvenido, Contra – Almirante… Teniente
- ¿Señor?
- Sus servicios de escolta al Contra – Almirante no son requeridos desde este momento.

El Teniente Shears fue incapaz de disimular su absoluta incomprensión ante las palabras del secretario.

- ¿Señor? Mis órdenes son las de esperar al Contra – Almirante Kirk hasta que termine su audiencia con el Sr. Presidente.
- Esas órdenes han cambiado, Teniente, tenga.

El Secretario alargó un PADD que el Teniente Shears leyó para después cuadrarse y decir:

- Contra – Almirante Kirk, permítame indicarle que servirle de escolta ha sido un privilegio para mí.
- Gracias, Shears, para mí también ha sido un placer. Quisiera preguntarle por su próximo destino, si no tiene inconveniente…
- No, señor. He sido destinado al mando de la USS Stargazer, con ascenso inmediato al rango de capitán.
- Mi más sincera enhorabuena, Capitán. Ha sido usted un excelente perro de presa para este viejo zorro. Le deseo lo mejor a usted y a su tripulación.


El recién nombrado Capitán Shears se cuadró una vez mas, musitó un “gracias, Señor”, y dejó el ante-despacho de forma elegante.

- Contra – Almirante Kirk.
- Señor Presidente… Mis excusas, Señor, estaba despidiéndome del teniente… Quiero decir, del Capitán Shears.
- Sus disculpas no son necesarias, Kirk. Pase, por favor.

Como no podía ser de otro modo, el despacho del Presidente de la UFP se encontraba dentro de un híbrido entre Base Estelar y Nave Espacial. De este modo, el Presidente podía desplazarse y orbitar alrededor de cualquiera de los planetas miembros de la UFP. En el Siglo XXIII, la política seguía consistiendo en gran medida en la habilidad para que nadie resultara ofendido sin comprometerse más allá de lo estrictamente necesario.

James Kirk no pudo sino admirar la magnífica vista de la Tierra que se le ofrecía desde el despacho del Presidente. Precisamente por eso le sorprendió el escuchar de los labios del mismo éstas palabras:

- Sé que ya conoce al nuevo Almirante al mando de la Flota Estelar; el Almirante…
- ¡Spock!
- Saludos, Contra – Almirante. Es un placer volver a verle.

El Presidente aseguró las puertas y desactivó el inter-comunicador.

- Caballeros, si no estoy muy equivocado, nos encontramos entre amigos, así que les sugiero que dejemos de lado los rangos y demás formalismos militares. Ustedes saben bien que sólo soy un civil con suerte en la política. Llámenme Karg.
- “Karg” –pensó Kirk- Por mucho que no perteneciera a la élite guerrera, tanto a él como a Spock les resultaba extraño llamar por su nombre a un klingon que rozaba los dos metros de altura. Más aun cuando se trataba del Primer Presidente Klingon de la UFP.
- Señor Pres… Karg –se corrigió inmediatamente Kirk- fui yo quien le solicitó ésta audiencia, y debo reconocer mi sorpresa cuando se me concedió con tanta rapidez. Quisiera conocer el motivo.
- Verá, Kirk, el caso es que en los últimos años he recibido de usted no menos de veinte solicitudes de que se le permitiera volver a salir al espacio de algún modo, y siempre me he visto obligado a denegar dichas solicitudes… Hasta hoy.
- ¿Y cuál es el motivo de este cambio? No alcanzo a verlo
- Creo que el Señor Spock, aquí presente, puede responder mejor que yo a su pregunta.
- ¿Spock?
- Jim, si mal no recuerdo, ésta es la primera vez que firmas una solicitud de cualquier tipo con tu auténtico rango.
- Querrás decir con mi rango “oficial”. Soy y siempre seré capitán; sólo sé mandar una Nave Estelar.
- El Presidente Karg y yo mismo pensamos que eso no es totalmente correcto.
- Así es, Kirk –el Presidente retomó la palabra donde Spock la había dejado- Spock y yo mismo llevamos un tiempo contemplando un posible destino para usted… Un destino que creo que nos satisfará a todos, y para el que está usted sobradamente preparado gracias a todas esas conferencias a las que le hemos hecho acudir.
- Con todo el debido respeto, Señor –Jim Kirk no pudo en esta ocasión evitar el formalismo militar- Los asistentes a dichas conferencias me consideran de modo unánime como un viejo dinosaurio.
- Tienes razón, Jim… Pero lo que no sabes es que esos mismos asistentes han recordado tus palabras una vez acabadas las conferencias. Algunos de ellos se han enfrentado a situaciones similares y han actuado como tú recomendaste que se hiciera en esos casos. Sabes que los Vulcanos no mentimos, así que te diré que otros no han seguido el curso de acción que les propusiste… Tanto los que siguieron tus consejos como los que no han tenido casi siempre éxito, pero si hay algo que nos ha quedado claro según sus informes es que a todos ellos, sin excepción, tus palabras les abrieron nuevas perspectivas, nuevos caminos de acción que no habrían visto de no haberte escuchado.
- Spock, ¿Es cierto eso que dices?
- Muy cierto, Kirk –Una vez más, el Presidente continuó sin dificultad aparente el discurso de Spock, provocando la inquietud de Jim Kirk, que se tensó al pensar cuánto tiempo llevaba en marcha aquel proyecto del que no sabía nada- Spock lleva años recopilando y analizando sus informes, y su conclusión es la única posible con los datos disponibles.
- Spock… Karg… ¿A dónde quieren llegar?

Un pequeño “bip” indicó que el Presidente había vuelto a activar el inter-comunicador, y un segundo sonido, que había activado su función de grabación.

- Contra – Almirante Kirk, ¿aceptaría usted ser degradado a Comandante para volver a embarcarse en una nave estelar?

James Kirk se cuadró antes de responder con un rotundo “sí, Señor”. Luego, todo se volvió negro y se desplomó sin sentido sobre un sillón que milagrosamente se hallaba a su espalda.

El negro pasó al gris… Luego, sólo una nube rosácea cubría sus ojos. Por fin, James Kirk abrió los ojos. Un rápido vistazo a su alrededor le sirvió para confirmar que seguía en el despacho del Presidente de la UFP, donde sólo se encontraba acompañado por Spock y el propio presidente. Un segundo vistazo al reloj de pared le indicó que su desvanecimiento apenas había durado un minuto.

- ¿Estás bien, Jim?
- ¡Spock! ¿He oído lo que he creído oír?
- Así es, Jim, lo que has oído es lo correcto. Te queremos a bordo de una nave estelar… Y esta vez no serás tú el capitán.
- Anda, suéltalo. Tengo muy claro que teníais esto más que preparado, así que no me levantaré de este sillón, pero quiero saberlo todo.
- Verá, Kirk –el presidente de nuevo- Spock y yo hemos estado pensando mucho, acerca de antiguos capitanes como usted, con años y años de experiencia al mando de una nave estelar… Y al mismo tiempo, hemos pensado en lo inexpertos que son algunos de nuestros actuales capitanes.

Inmediatamente, Jim Kirk pensó en el Capitán John Harriman, y el desastroso rescate de las naves El-Aurianas.

- Sí, Jim, estás en lo cierto. Aquel día empezó este proyecto. De no haberte tenido a bordo, habríamos perdido a todos los refugiados, por no hablar del Enterprise-B y toda su tripulación. Gracias a tu actuación, pudimos salvar a mucha gente, Jim.
- Pero el Capitán Harriman…
- John Harriman murió hace dos meses, Jim. El Enterprise-B lleva todo este tiempo en reparación en los astilleros de Utopia Planitia, en Marte.
- ¿John?¿Muerto?¿Cómo?
- Murió salvando su nave, Jim, como tú mismo habrías hecho. Ahora, el Enterprise-B necesita un nuevo capitán…
- No lo discuto, pero creo haber oído que yo no volveré a mandar una nave estelar…
- Y ha oído bien, Kirk. El nuevo capitán será Sulu… Demora Sulu.
- Entonces no comprendo… Demora… La Capitán Sulu está muy bien cualificada para…
- Pero necesita tu experiencia, Jim –Spock le interrumpió- Es por eso por lo que hemos pensado en crear un nuevo puesto dentro del Puente de Mando de cada nave… Un puesto destinado a alguien capaz de ofrecer alternativas al capitán de la nave. Alternativas que dicha persona jamás encontraría por sí misma.
- Para eso está el Primer Oficial, para ofrecer alternativas…

- Así es, Kirk, pero no podemos evitar que en la inmensa mayoría de los casos, el Primer Oficial suela tener aún menos experiencia en su puesto que el propio capitán… Seré franco con usted, Comandante –El Presidente utilizó por primera vez su nuevo rango, lo que hizo que James Kirk considerara como oficial el resto de la conversación- Usted ya no es el único capitán que ha sobrevivido a su misión inicial de cinco años, como bien sabe. Pretendemos que usted sea el primero de esos capitanes fuera del servicio activo que sigan embarcados en una nave estelar y que nos sirva usted para evaluar si nuestra idea es factible, y sobre todo, útil… ¿Qué me dice, Comandante Kirk?
- ¿Pretenden que sea una especie de Consejero sin auténtica capacidad de mando?
- Así es, Comandante.
- Cuente conmigo, Señor Presidente… Señor Almirante…


Capítulo 3: Enterprise.

De nuevo ante el espejo… De nuevo buscando señales que le recordaran al James Kirk de antaño… Y esta vez encontró una. No el cabello anteriormente castaño y que ahora aparecía plateado y más escaso. No en su vieja barbilla prominente ahora oculta por sus más prominentes aún mejillas… No, el cambio era mucho más sutil. Estaba en sus ojos, o más bien en su brillo. No era tonto: James T. Kirk sabía perfectamente bien que no iba a subir al Enterprise como Capitán, que su rango de Comandante sólo estaba destinado a no herir su ego, pero que cualquier alférez estaba antes que él en la cadena de mando si llegaba el caso de que el capitán decidiera bajar a algún planeta. No, Jim Kirk no se engañaba y sabía perfectamente que sólo podría estar al mando del Enterprise-B si era la única persona viva a bordo. Lo sabía tan bien como que cualquier mando era irreal sin nadie a quien mandar.

Sin embargo, Jim Kirk se puso su nuevo uniforme e insignias con la misma ilusión que hacía más de 60 años, cuando sólo era un prometedor alférez recién salido de la Academia de la Flota Estelar.

Y eso era así porque mientras estuviera en el Puente de una Nave Estelar – Cualquier nave estelar, aunque si se llamaba Enterprise siempre se trataría de la Nave Insignia de la Flota- Mientras consiguiera mantenerse allí, seguiría marcando diferencias… Por lo tanto, no podría morir como lo hizo Bones, morir por no tener nada más que hacer en la vida. ¿Era aquella la forma de derrotar al Enemigo Definitivo? Jim Kirk no sabía la respuesta, pero deseaba con todo su ser que ése fuera el modo… Si tan sólo pudiera, no derrotar al tiempo, algo imposible hasta para él, pero sí retrasar su victoria final… Era esto, sólo esto, lo que hacía feliz a James T. Kirk.


Llegó puntual como siempre al tele-transportador. Nuevos avances, pequeñas y sutiles diferencias en el aspecto, pero siempre igual en lo básico: Una luz sobre la cabeza, otra bajo los pies, y un operador y una habitación que cambiaban de modo casi imperceptible mientras tus moléculas eran transportadas de un lugar a otro a la velocidad de la luz.

Bueno, al menos Jim Kirk ya conocía la sala de transporte del Enterprise-B. Pudo oír claramente el silbato que anunciaba la llegada de un oficial a la nave, y le alegró comprobar que a su “Permiso para subir a bordo” Era el Jefe de Transportadores y no el ordenador de a bordo quien contestaba “concedido”.

James Kirk, como capitán – No, como Almirante- Había conocido aquella ya lejana época en la que se privó al Jefe de Transportadores de la autoridad última para conceder o denegar el permiso para subir a bordo en favor de complicados programas informáticos. Por supuesto, el capitán seguía pudiendo expulsar de su nave a quien quisiera… Faltaría más, pero sólo el Jefe de Transportadores podía negarse a admitir a cualquier recién llegado sin que el Capitán llegar siquiera a verlo o intervenir.

Solícito, un alférez se le acercó y dijo con respeto:

- ¿Desea que le acompañe al puente, Comandante Kirk?
- Gracias, alférez, pero he tenido una escolta durante más tiempo del que hubiera deseado y en este caso preferiría ir solo.

No le resultó difícil hallar el camino hasta el turbo-ascensor, dijo “Puente” y esperó…
- Todo va bien –pensó- de momento no me he encontrado con nada inesperado.

Por supuesto, nada más entrar en el puente, se encontró con la primera sorpresa: Allí, sentado en el sillón de mando, esperaba un vulcaniano joven para su especie. Al girarse el sillón, vio que no era otro que Saat, el hijo de Spock.
Sólo sus años de entrenamiento permitieron que James Kirk identificara las insignias y sin sorpresa aparente dijera con voz clara:

- El Comandante Kirk se presenta al servicio según lo ordenado, Teniente.
- Sea bienvenido, Comandante. La Capitán Sulu le espera en su despacho

¿Despacho? La imperceptible vacilación de James Kirk encontró por respuesta un movimiento de ojos de Saat tan leve que sólo el comandante Kirk lo notó. Con pasos decididos, se encaminó a la puerta que aquel movimiento le había indicado.

- Un despacho en pleno puente para el Capitán –pensó Kirk- Extraño, pero en ningún caso una mala idea. Si no me equivoco, ha de ser un medio magnífico para que el capitán dé confianza a sus oficiales de puente, sin estar directamente presente, pero sí al tanto y alerta para cualquier situación de emergencia… Por no hablar de las broncas que puede dar sin necesidad de caminar por pasillos sin fin… Me pregunto qué me espera a mí.

Era una bronca.

- Capitán Sulu, el Comandante James Kirk se presenta al servicio según las órdenes.

Demora Sulu había cambiado mucho desde aquel día lejano en el que James Kirk la viera por primera vez en el puente del Enterprise-B. No sólo por los años transcurridos, sino por algo nuevo que había en su mirada. Tristeza, por supuesto, pero sobre todo una profunda amargura… Y algo más peligroso aún: Ira. James Kirk supo al instante que él era el blanco de esa ira, y por mucho que había sido odiado antes, en esta ocasión no disponía de escudos que levantar… Ni a Scotty haciendo lo imposible porque siguieran resistiendo.

- Comandante Kirk, le estaba esperando… Francamente, desconozco qué favores ha tenido que cobrarse, y cuántos traseros ha tenido que patear para llegar hasta aquí. Bien, ya lo ha conseguido: Ya tiene usted un sitio en el Puente del Enterprise. Y muy a mi pesar, he de decir. Desconozco qué utilidad puede pensar el Alto Mando que tiene vaciar asilos para llenar sus naves con viejos cuyo tiempo hace mucho que pasó.

El Jim Kirk de hacía cincuenta años habría contestado con rudeza, y muy posiblemente se habría enzarzado en una seria discusión con su nuevo capitán… Pero Jim Kirk, Comandante en misión especial para la Flota Estelar, hacía mucho que había dejado de ser un joven impulsivo.

- Permiso para hablar libremente, Capitán.
- En este despacho, Comandante, siempre se habla libremente.
- Capitán, yo no pedí este puesto. Para serle sincero, ni siquiera sé lo que el Alto Mando espera conseguir con este… Este experimento. Lo único que sé es que carezco de autoridad en esta nave, y que mi cometido será permanecer en el Puente, observando y procurando asesorar en base a mi experiencia. Soy consciente de que dicha experiencia es lo único que puedo aportar ya… Tan consciente como lo soy de mi edad y situación. Capitán, acepté ser degradado sólo para volver a sentirme útil… El Capitán Hikaru Sulu…
- Le sugiero que no continúe, Comandante. Mi padre no es un tema de conversación válido en esta nave – La mirada de Demora Sulu hizo que la temperatura ambiente bajara varios grados- Comandante, espero de usted que sepa mantener la cadena de mando de esta nave; no toleraré la menor señal de que cuestiona una orden… Mía o de cualquier otro oficial. Podrá ofrecer su parecer, pero una vez se haya dado la orden, permanecerá usted sentado y guardando un respetuoso silencio, ¿Está claro?
- Sí, señora
- Una cosa más. Prefiero que me llamen “Capitán”.
- Sí, Capitán, así se hará.
- Bien, comandante, eso es todo. El Alférez Calder le espera en el Puente y le acompañará a su alojamiento. Dispone de treinta minutos para instalarse y presentarse de nuevo en el Puente. Puede retirarse, Comandante.

Jim Kirk se cuadró y salió del despacho, con el regusto amargo de algo que no sospechó antes: Sentirse rechazado nada más llegar.

- Bueno, hay más de cuatrocientos tripulantes en esta nave. De momento sólo me odia el capitán… Espero tener algún aliado aquí dentro.

Esto pensaba Jim Kirk mientras seguía al Alférez Calder hasta su cuarto, situado en el extremo más alejado del corredor de oficiales.

Capítulo 4: En Marcha.

Exactamente veintisiete minutos después de las últimas palabras de Demora Sulu, James T. Kirk hizo acto de presencia en el Puente. Antes de poder decir nada, Saat se levantó y se le acercó.

- Comandante, permítame que le presente: Nuestro Timonel, el Sr. Archibald; en Tácticas, la Sra. Watson, la Sra. M’Benga en Comunicaciones…

Jim Kirk saludó con leves inclinaciones de cabeza a medida que Saat hacía las presentaciones. Se fijó especialmente en el Sub-Teniente Ríos, Oficial Científico. De algún modo, estaba acostumbrado a ver a un vulcaniano en tales puestos, pero Ríos parecía terrícola. Intentó no demostrar sorpresa, pero lo cierto es que con Saat en el Puente, había pensado en un primer momento que él sería el Oficial Científico. Agradeció, por supuesto, que la Capitán Sulu permaneciera en su despacho, pues había tenido suficiente con su primer encuentro.

- Sra. M’Benga: Abra un canal con Control del Muelle, por favor.
- Canal abierto, Señor.
- Control, aquí USS Enterprise NCC 1701 Beta solicitando permiso para soltar amarras y despegar.
- Permiso concedido, NCC 1701 Beta. Soltando amarras en T menos 10, 9…
- Secuencia de encendido, Sr. Archibald. Prepare propulsor de cola.
- Sí, Señor.
- Amarras soltadas. Buen viaje, Enterprise.
- Gracias, Control… Sr. Archibald, avante un cuarto.
- Avante un cuarto, sí, Señor.


Lentamente, el navío de la Clase Excelsior USS Enterprise se desplazó por el muelle espacial hasta, por fin, volver a ese océano tan familiar que le era el Espacio. Para Jim Kirk fue una sorpresa ver que la Capitán Sulu no había abandonado su despacho durante toda la maniobra. Sin embargo, nada más dejar el muelle, la puerta se abrió y Saat abandonó el sillón de mando. Así quedaron los tres situados, con Sulu en el centro, flanqueada por Saat a su derecha y Kirk a su izquierda.

- Ingeniería, aquí Puente.
- A la orden, Capitán. Aquí Mayo.
- Prevenidos para velocidad WARP progresiva y prueba final de motores.
- A discreción, Capitán.
- Gracias, Mayo. Puente fuera.
- Sr. Archibald, potencia WARP progresiva hasta factor 10. Luego reduzca a factor 6. Rumbo 351, marcación 2
- Rumbo 351, marcación 2, sí Capitán.
- Comandante, ahora comenzaremos las pruebas de motores y su presencia no será necesaria en el Puente durante las próximas horas, por lo que si desea retirarse a descansar…
- Con el debido respeto, Capitán, hace décadas que no tengo la oportunidad de vivir una prueba de motores. Si no fuera inconveniente, quisiera quedarme.

Era una verdad a medias. Las instrucciones –que no órdenes- de Spock consistían en permanecer en el Puente mientras el Capitán estuviera de servicio. De todos modos, Jim Kirk sólo quería demostrarse a sí mismo y a la Capitán Sulu que estaba al nivel del compromiso que se le exigía, por poco que éste fuera.

- Como quiera, Comandante –Fue la cortante respuesta que obtuvo de Demora Sulu-


Jim Kirk apenas había comenzado a arrepentirse de su decisión cuando Saat acudió al rescate:

- Capitán, dado que estimo innecesaria mi presencia en el Puente, solicito permiso para llevar al Comandante Kirk a conocer a nuestro personal de Ingeniería.
- Hágalo, Saat. Será un buen momento para que el Comandante comience a conocer al resto de la tripulación, pero le hago responsable: Que no moleste a mis ingenieros.
- No, Capitán, no lo hará.

Aquel “mis ingenieros” había sonado un tanto agresivo… O tal vez sólo era la animadversión que la Capitán Sulu sentía hacia Kirk. Sea como fuera, James Kirk se sentía feliz de poder dejar por un rato la “compañía” de la Capitán Sulu… Y más feliz aún de poder charlar a solas con Saat.

- Bien, Comandante, ¿Qué le parece el Enterprise-B?
- Sin duda, un navío digno del nombre que lleva.
- No he podido sino observar una cierta tirantez entre usted y la Capitán Sulu…
- Muy observador, Saat. Me temo que resulta demasiado evidente que la Capitán no aprueba mi presencia aquí… Y eso por decirlo de forma suave. De todos modos, le agradezco su “rescate”. ¿Qué tal se encuentra T’Pol?
- Bien, Comandante. Espero que pueda usted acompañarnos durante la cena esta noche.
- ¿Acompañarlos?¿Se encuentra T’Pol a bordo?
- En efecto, Comandante. Es parte de la nueva política de la Flota que los oficiales casados viajen con sus familias si así lo desean.
- Interesante, aunque supongo que nuestro Presidente no está detrás de dicha decisión…
- Así es, Comandante. Por muy presidente de la UFP que sea, seguimos hablando de un Klingon. Para su raza, sólo la casta guerrera o en su caso algún diplomático son dignos de viajar en una nave militar.
- Algunas cosas nunca cambian, Saat.
- Cierto, Comandante… Pero nadie mejor que usted sabe lo mucho que han cambiado las cosas en los últimos años.

Eso era muy cierto. En lo que había durado la vida de James T. Kirk, un nuevo enemigo había surgido de la nada: El Imperio Klingon. Kirk había patrullado como tantos otros durante días y semanas la Zona Neutral Romulana, ya que se suponía que cualquier tipo de peligro para la Federación provendría del Imperio Romulano. Más adelante, el mismo Kirk había entablado las primeras relaciones –por así llamarlas- con una nueva raza que desembocaron en una guerra más o menos abierta, pero siempre sin cuartel.
En la actualidad, lo único que quedaba del Imperio Klingon era su nombre. Aún no eran miembros de la UFP, y por supuesto seguían manteniendo una flota propia. Sin embargo, un Klingon era el Presidente de la UFP y la presencia de sus compatriotas en las naves de la Flota Estelar era ya cualquier cosa salvo una rareza.
¿Había empezado a divagar con los años? Jim Kirk sabía que así era, y que no resultaba raro que dejara de participar en una conversación para sumirse en sus propios pensamientos y recuerdos. Por fortuna, Saat no siguió hablando y así, en silencio, ambos llegaron a Ingeniería.

- Comandante Mayo –Llamó Saat.

La Comandante Elisa Mayo era una mujer terrestre de negros cabellos y no menos oscuros ojos. Sin embargo, su piel aparecía sensiblemente más blanca, lo que producía un bello contraste. Su estatura, algo inferior al metro setenta, la hacía aparecer pequeña ante sus subordinados, algunos de los cuales superaban los dos metros de altura. A pesar de ello, Mayo tenía algo más: Autoridad. Ya eran muchas las salas de ingeniería que Kirk había visitado en su vida, y podía decir sin temor a equivocarse que aquella funcionaba como un reloj, lo que sólo podía significar que allí estaba la labor de un gran Jefe de Ingeniería.

- Teniente Saat –Mayo se dio la vuelta y entonces vio a Kirk- Comandante Kirk, nos preguntábamos cuándo se pasaría a visitar el corazón del Enterprise. Sea bienvenido.
- Gracias, Comandante. Saat y yo le hemos prometido a la Capitán Sulu que no les distraeremos durante la prueba de motores.
- No se preocupe, Comandante. Estoy bastante segura de que si hay algún problema, no aparecerá antes de media hora… ¿Teniente Saat?
- Dígame, Comandante.
- Creo que el Teniente Fernández quería discutir con usted un par de detalles técnicos… ¿Podría por favor…?
- Por supuesto. Con su permiso, Comandante
- Vaya, Saat, por favor –Mayo y Kirk respondieron con una sola voz, lo que provocó las sonrisas de ambos.

Aparentemente, Kirk sí que podía tener algún aliado en el Enterprise. Le gustaba Mayo, tenía seguridad, un trato agradable… Y su primera acción había sido “liberarle” de su escolta, por deseada que ésta fuera.

- Dígame, Comandante Kirk, ¿Cómo se siente uno después de sufrir la mayor degradación en la historia de la Flota Estelar?
- Feliz... Inmensamente Feliz.
- ¿Así que el rumor era cierto? ¿Es usted uno de esos “locos del Espacio”?
- Así es, Comandante. No tengo otro lugar donde me sienta más en mi sitio que a bordo de una Nave Estelar... Y por cierto, puede llamarme Jim.
- Si no le importa, le llamaré Kirk. Puedes llamarme Mayo.
- Bien, Mayo. Antes dijiste que no esperabas problemas durante media hora... ¿Algún motivo para esperarlos a partir de ese momento?
- Desde luego. En las pruebas de motores generalmente no se pasa de WARP 8...
- Pero la Capitán habló de WARP 10 cuando estaba en el puente...
- Correcto, la Capitán Sulu quiere ser la primera en poner un motor nuevo a WARP 10... Y vivir para contarlo. Dentro de 26 minutos, alcanzaremos WARP 8.1 y entraremos en el mundo de lo desconocido.
- Fascinante... No he de decirte que puedes contar conmigo en esta situación para lo que pueda echar una mano.
- Cuento con ello, Kirk... Descubrirás que no todos en esta nave te consideramos una pieza de museo. De hecho, la gran mayoría pretendemos servirnos de tu experiencia y conocimientos a la menor oportunidad...
- Me temo que mis conocimientos técnicos están un tanto... Obsoletos.
- Tranquilo, Kirk. En lo que a mí respecta, lo que más me interesa es tu capacidad para mantenerte sereno en situaciones de emergencia... Ojalá no se produzcan, pero si me equivoco, me gustaría tenerte cerca por si acaso.
- Eso lo puedo hacer –pensó Jim Kirk- Bueno, ya son dos las cosas que puedo aportar a esta nave.
- Mire, Kirk, aquí está la consola principal de mando...

Jim Kirk siguió atento las explicaciones de Mayo mientras el indicador de velocidad se iba acercando a la frontera del WARP 8. Kirk no se sorprendió al ver que a partir del 8.1, el gráfico cambiaba a color rojo.
Todos contuvieron la respiración hasta WARP 8.7, y sólo entonces se permitieron rebajar sus niveles de preocupación. Al llegar a WARP 9.8, Mayo llamó al Puente por el intercomunicador:

- Puente, aquí Ingeniería. Potencia 10 en “T” menos 20, 19...

La cuenta atrás siguió descendiendo hasta que Mayo pudo al fin decir:

- WARP 10, capitán, todos los sistemas...

Antes de que Mayo pudiera completar la frase, el peor de los infiernos se desató en Ingeniería.

- ¡Puente a Ingeniería! ¡Puente a Ingeniería! ¡Mayo, responda!
- ¡Capitán! ¡Tenemos graves problemas aquí abajo! ¡Todos los relés y sellos estancos han saltado por los aires! Hemos de desconectar el Núcleo de Curvatura antes de que la nave vuele por los aires.
- ¡Hágalo, Comandante! Informe cuando la situación esté bajo control. Puente fuera.

Si hubiera tenido tiempo, Kirk seguramente había pensado que esto sí que era una prueba de fuego para comprobar la capacidad de respuesta de una tripulación... Pero no podía permitirse el lujo de pensar, así que siguió a Mayo mientras ésta corría hacia el Núcleo.

- Tenga, Kirk, localice a los heridos y póngales esto –Mayo le tendió una pequeña caja llena de localizadores para transporte de emergencia, y Jim Kirk se puso manos a la obra.
- Fernández, hay que cerrar esas fugas.
- Estamos en ello, Comandante. El Núcleo ya está sin potencia, pero la reacción materia – antimateria se mantendrá aún un minuto.
- Que nadie más de lo estrictamente necesario se acerque al Núcleo de Curvatura. No quiero más heridos.

Cada vez que Jim Kirk ponía un localizador, el herido era transportado fuera de Ingeniería. Había comenzado por los heridos más próximos al Núcleo, esquivando escapes de refrigerante y fugas de plasma.

- ¡Saat! ¡Necesito ayuda aquí! –Había llegado al último herido que tenía a la vista, pero una gran pieza de fuselaje le tenía inmovilizada la mitad inferior del cuerpo.

Como un rayo, Saat levantó la pieza y liberó al herido, mientras Kirk le ponía el localizador y el tripulante desaparecía en medio de la luz azul del transportador.

- Gracias, Saat.
- A la orden, Comandante.

Kirk decidió dar una última vuelta para evitar que se le escapara algún herido que no hubiera visto. Entonces, una nueva explosión lanzó hacia él un mamparo. Tuvo el tiempo justo de saltar a un lado, pero cayó de mala manera sobre su brazo izquierdo, oyó un chasquido y pensó “Ahí va mi muñeca”. Se apoyó en el brazo derecho para levantarse, pero Mayo había llegado a su lado y ya le había tendido la mano, que Kirk agarró agradecido.

- ¿Está usted bien, Comandante?
- ¿Qué he hecho mal para que dejes de llamarme Kirk?
- Déjeme pensar –Mayo sonrió- Sólo has salvado a una veintena de heridos hoy... No está mal para tu primer día de trabajo.
- ¿Todo bien, Mayo? –La voz de Demora Sulu sonó desde el intercomunicador.
- Tan bien como podría esperarse –dijo Mayo mientras pulsaba el botón de respuesta- La situación está bajo control. Tenemos unos veinte heridos, pero ninguna baja. Todos ellos están ya en la Enfermería.
- Me alegra oírlo… ¿Qué hay de los sistemas?
- El Núcleo de Curvatura estará fuera de servicio durante 24 horas. Disponemos de potencia de impulso, sensores y todos los sistemas de soporte vital operan con normalidad. Recomiendo no obstante no usar los motores de impulso salvo en caso de extrema necesidad.
- Estoy de acuerdo, Comandante. Tampoco podríamos llegar a ningún lado. ¿Se encuentran el Teniente Saat o el Comandante Kirk entre los heridos?
- Negativo, Capitán. Estoy bien, y Saat está recuperando los datos del ordenador para investigar qué ha fallado.
- Perfecto. Cuando el Teniente haya acabado, preséntense en el Puente. Sulu fuera.
- Comandante Kirk, no está bien mentirle al Capitán –mientras decía esto, Saat le colocó un localizador de transporte, y de repente Jim Kirk se encontró en la enfermería.
- Comandante, esperaba que viniera a saludar antes de requerir mis servicios.

Quien hablaba era un joven mulato de casi metro noventa cuya cara resultaba muy familiar a Jim Kirk.
- Veamos esa muñeca, Comandante –Mientras el doctor le inmovilizaba su maltrecha muñeca, Kirk no pudo resistirlo más y preguntó-
- Discúlpeme, Doctor, pero tengo la extraña sensación de conocerle…
- En realidad soy yo quien le conoce a usted: Soy Scott, Doctor Shaka Scott, Médico de a bordo del USS Enterprise.
- ¿Scott…? ¿No será usted…?
- En efecto, Comandante. A mis padres les costó convencerse, pero aparentemente de un Ingeniero de Leyenda y de una de las mejores oficiales de comunicaciones de la Flota Estelar podía salir un médico bastante decente.
- Dése tiempo, Doctor. Seguro que llega a ser bastante más que un “Médico Decente”. De momento, ya se encuentra usted embarcado en la nave correcta para lograrlo… Por cierto, ¿Qué tal se encuentran los demás heridos?
- Todos estables, Comandante; se recuperarán sin duda… Ahora sugiero que vuelva a Ingeniería, Saat debe estar a punto de terminar con el ordenador.
- Gracias, Doctor. Volveré en cuanto me sea posible.
- Aquí me encontrará… Pero espero no tener que curarle de nuevo.
- Vaya –se dijo Kirk- Me siento como en familia. Un Sulu es el Capitán, Saat como Primer Oficial, y ahora Scott. Tengo que seguir conociendo gente, seguro que me quedan bastantes sorpresas aún.

Cuando llegó a las puertas de Ingeniería, Saat ya le estaba esperando, y juntos se dirigieron al Puente.

Capítulo 5: Informes.

Sentados al despacho de la Capitán Sulu estaban Saat, Kirk, Mayo, Ríos y la propia capitán.

- Bien, Saat: ¿Qué le ha pasado a mi nave?
- Capitán, los datos que he obtenido descartan cualquier tipo de error humano. Tampoco se puede hablar estrictamente de un fallo de los motores.
- Eso me hace sospechar que me aguarda una conclusión sorprendente… ¿Me equivoco?
- En absoluto, Capitán. De hecho, no había forma de haber evitado la explosión. Según el diseño de la nave, los ordenadores procesan cada orden antes de ejecutarla. Eso provoca un retardo de 0,1118 nanosegundos.
- Con permiso, Capitán…
- Adelante, Comandante Kirk.
- Teniente, ¿Sugiere usted que ese retraso causó la explosión? ¿Que en realidad todo lo que ha pasado se debe a que los ordenadores “pensaron” en lugar de sencillamente actuar?
- Es correcto, Comandante… Aunque incompleto. Podríamos decir que ésa es la causa distal
- ¿Qué hay de la proximal?
- Verá, Capitán, según la Teoría de Curvatura, WARP 10 es la máxima velocidad posible de alcanzar… Hace unas horas, éso era teoría. Ahora se podría decir que hemos completado el primer experimento que corrobora dicha teoría.
- Esperemos que no sea necesario replicar el experimento… Prefiero ser el único Capitán de la Flota que casi pierde su nave por culpa de la Teoría de Curvatura. Comandante Kirk, veo que quiere preguntar algo… No se contenga, por favor.

Kirk miró a Demora Sulu de un modo distinto a como lo había hecho hasta entonces mientras pensaba “Vaya, perspicacia. Desde luego tiene madera de Capitán”.

- Gracias, Capitán… Si lo entiendo correctamente, ese pequeño retraso inferior a un nanosegundo causo la explosión. Sin embargo, no alcanzo a ver cómo.
- Verá, Comandante –Mayo fue quien le respondió- Durante 0,1118 nanosegundos, el Enterprise viajaba a una velocidad de WARP 10, mientras que el núcleo seguía recibiendo la orden de acelerar. Eso provocó una desestabilización del campo de curvatura. Por suerte, inmediatamente después llegó la orden de decelerar.

Ríos tomó la palabra en este punto:

- Calculo que si la inestabilidad de campo se hubiera mantenido durante más de 0,15 nanosegundos, la explosión generada habría acabado con la nave y ahora en el Alto Mando se estarían preguntando qué diablos acabó con nosotros.
- Sub-Teniente Ríos, según los datos de los que disponemos, ¿Sería posible realizar con éxito una prueba de motores como la que teníamos prevista?
- Sí, Capitán. Existen dos opciones de hecho para conseguirlo. La primera sería modificar el diseño de los ordenadores para evitar el procesamiento de las órdenes, eliminando el retraso, y por tanto haciendo que la deceleración comenzara justo al alcanzar WARP 10. La segunda opción consistiría en contar con el retraso inherente al diseño de los ordenadores. En este caso, deberíamos sustituir la velocidad máxima de la prueba. Según el diseño del Entreprise-B, la aceleración debería ser programada para detenerse al llegar a WARP 9,975. De éste modo, se llegaría a WARP 10 y la deceleración sería inmediata en ese punto. Mi consejo sería…
- Aguarde, Ríos… Comandante Kirk, asumo que ha comprendido las explicaciones del Sub-Teniente Ríos
- Así es, Capitán.
- ¿Por cuál de las dos opciones opina que deberíamos decantarnos?
- Personalmente recomendaría la segunda opción. Estimo que sería inasumible rediseñar los ordenadores de toda la Flota Estelar. Por no contemplar un posible fallo de programación o un retraso inesperado de la orden… Sin lugar a dudas, la segunda opción me parece la más factible y acertada.
- ¿Ríos?
- Estoy de acuerdo con el Comandante Kirk, Capitán.
- ¿Alguna objeción?

Todos los presentes negaron con la cabeza.

- Muy bien. Sub-Teniente Ríos, eleve su propuesta al Alto Mando de la Flota, y no olvide indicar que cuenta usted con la opinión unánimemente a favor de los oficiales de la nave.
- Sí, Capitán.
- Comandante Kirk, Teniente Saat, quédense unos minutos más… El resto, pueden retirarse.

Todos salieron en silencio, excepto Saat y Kirk, que se quedaron con la Capitán. Demora Sulu se levantó y miró por el ventanal de su despacho...

- Comandante Kirk, me ha mentido usted... Creo recordar que pregunté específicamente por usted y por Saat, y lo que me contestó es que ninguno de los dos estaba herido, ¿me equivoco?
- No, señ... Capitán.
- Eso pensaba yo. No vuelva a decirme que no está herido si sabe perfectamente que tienen una muñeca rota... Vamos, Comandante, ¿Es que acaso no es usted consciente de su edad?
- Demasiado consciente, me temo...

- Entonces no actúe como un adolescente. No quisiera que malinterpretara mis palabras, Comandante. Conozco la gran labor de asistencia que ha realizado usted en Ingeniería. Ha sacado de allí a todos los heridos, y he de confesar que no había previsto ver su aptitud demostrada en su primer día de trabajo, pero como Capitán de esta nave, tengo la obligación y la necesidad de saber el estado real de las cosas. Hizo usted una gran labor allí abajo, y le estoy muy agradecida, pero la próxima vez que le haga una pregunta, quiero que me conteste la verdad, sin omisiones ni engaños, ¿está claro?
- Como el agua, Capitán.
- Eso espero... ¿Teniente?
- Dígame, Capitán
- En vistas a la amistad que une al Comandante Kirk con su familia, supongo que habrán hecho ya planes para la cena, ¿cierto?
- Cierto, Capitán.
- Desearía que cambiaran ustedes dichos planes, al menos ligeramente. Me gustaría que usted y el Comandante me acompañaran esta noche... Por descontado, pueden venir tanto T’Pol como los niños.
- Estoy seguro de que no habrá problemas con el cambio, Capitán.
- ¿Comandante?
- No hay problemas en lo que a mí respecta, por supuesto, aunque espero no abusar de su generosidad si le solicito que la Comandante Mayo también cene con nosotros.
- ¡Comandante! Pensaba que había tenido una demostración en primera persona de lo peligroso que puede resultar viajar a altas velocidades... Sin embargo, en caso de que pueda usted apartar a Mayo de sus motores, estaré encantada de que nos acompañe... Comandante, queda usted liberado del servicio en el Puente durante el resto del día. Necesitará el tiempo si pretende convencer a la Comandante Mayo. Caballeros, éso es todo. Pueden retirarse.
- Sí, Capitán –Saat y Kirk respondieron al unísono y abandonaron el despacho después de cuadrarse. Mientras Saat se quedaba en el Puente, Kirk tomó el turbo-ascensor que había de llevarle a Ingeniería.

- Comandante Kirk, ¡cuánto tiempo sin verle!
- Ya ve, Comandante, sólo hace unas horas que la conozco y no puedo vivir sin usted
- Bien, Kirk, y ahora en serio ¿Qué te trae por esta zona de guerra?

Era sin duda una buena descripción: Toda la sección de ingeniería parecía el campo de batalla recién abandonado por los ejércitos... O tal vez el lugar donde una fiesta Klingon particularmente animada hubiera tenido lugar. Sea como fuere, Ingeniería era un auténtico desastre.

- Bueno, el caso es que quería pasar a ver cómo iba todo. Ya veo que no han perdido el tiempo para comenzar con las reparaciones.
- Afortunadamente, los daños parecen ser menores de lo que pensábamos. Hemos acabado ya de reparar la estanqueidad de los tanques de refrigerante. En unos minutos empezaremos el llenado. Si todo va bien, el resto será sólo cuestión de chapa y pintura. En realidad, espero tener mi informe para la Capitán redactado en un par de horas. Aprovecharé el tiempo de llenado y comprobación de los tanques para hacerlo.
- Excelente, Mayo... Ahora viene lo difícil... ¿Es demasiado pronto para pedirle que me acompañe a cenar esta noche? La Capitán Sulu, Saat y su familia estarán también.
- Vaya, Comandante, ésto no es WARP 10, pero desde luego se le aproxima mucho... De todos modos, teniendo en cuenta que la avería no es tan grave como imaginábamos, creo que aceptaré... Con una condición.
- La que sea.
- La próxima vez que cenemos juntos, será porque yo se lo pida, ¿de acuerdo?
- Me parece justo. Trato hecho.


Ambos se despidieron y Jim Kirk se encaminó hacia el Turbo-Ascensor. Justo en la puerta del mismo, le asaltó la duda: ¿Debería volver al Puente? La Capitán le había liberado del servicio durante el resto del día, pero lo había hecho para que Kirk pudiera convencer a Mayo para cenar. Ahora que lo había logrado en tan poco tiempo, pensó que tal vez debería regresar al Puente. En cambio, lo que realmente le apetecía era seguir conociendo la nave y su tripulación. Por suerte, apenas tardó un segundo en encontrar la solución perfecta, así que entró en el Turbo-ascensor y se dirigió a la Enfermería.

- Doctor Scott.
- Vaya, Comandante, ¿Qué tal va su muñeca?
- Duele un poco, pero creo que se curará. Al menos, la Capitán Sulu me ha liberado del servicio en el Puente... Para darme una misión.
- Espere, le daré algún analgésico... ¿Es secreta esa misión? Confío en que no consista en venir aquí a espiarme.
- En realidad, ya la he completado. Se trataba de invitar a la Comandante Mayo a cenar conmigo, con la Capitán, Saat y su familia.
- ¿Y lo ha conseguido?¿Tan pronto? Comandante, es usted mi héroe.
- Ahora mi problema consiste en saber si he de volver al puente, o si sigo libre del servicio.
- Ah, bien, permítame, Comandante –Scott conectó el Inter-comunicador- Enfermería a Capitán Sulu.
- Aquí Sulu, adelante, Scott.
- Capitán, tengo aquí al Comandante Kirk. Ha completado con éxito la misión que le encomendó, pero su muñeca izquierda se ha resentido en el transcurso de la misma. Solicita confirmación de que continúa libre del servicio en el puente.
- Confirmado. Comandante, se lo ha ganado. Espero un informe verbal del desarrollo de la misión. Sulu fuera.
- Asunto resuelto, Comandante... Ahora venga conmigo a mi despacho y veamos qué podemos hacer para aliviar esa muñeca.


Una vez dentro, Scott sacó una botella y dos vasos mientras decía:

- Whisky escocés; el mejor analgésico de la Galaxia.
- Doctor, no sé si a mi edad...
- No se atrevería a cuestionar las órdenes del médico, ¿Verdad? Además, tengo entendido que en su primer día ya se ha enfrentado tres veces a la muerte.
- ¿Tres? Yo sólo cuento una.
- Ah, Comandante, olvida usted su primer encuentro con la Capitán Sulu... Y luego ha invitado a cenar a la Comandante Mayo ¡Eso es más peligroso que una fusión del Núcleo!... Tenga, ¡Salud!
- ¡Salud! No seré yo quien cuestione sus métodos, Doctor... Por cierto, ¿Cómo se encuentran sus padres? Hace años que no los veo.
- Diría que bien. Mi padre lleva casi un año en una colonia en el extremo más alejado del Cuadrante Alfa, en el planeta Marla IV. Cuando presentó su solicitud, nadie tenía más experiencia como ingeniero que él... Y mi madre también hizo la maleta para acompañarlo; nunca viene mal una experta en comunicaciones. Ya ve, ninguno de los dos ha aceptado de buen grado eso de retirarse... Pero supongo que eso no le sorprende, ¿verdad, Comandante?
- Totalmente cierto, Doctor... Las personas como nosotros sólo conocemos dos destinos posibles: Morir en acción... O irnos en silencio –Jim pensó en Bones y no pudo evitar una lágrima- Ah, lo siento, Doctor. Cambiemos de tema ¿Cómo se encuentran los heridos?
- Bastante bien. Hay varios casos de quemaduras de plasma, y deberán pasar aún cierto tiempo en el regenerador tisular, pero todos sin excepción están conscientes y preguntan por ese viejo que los sacó del infierno... Estoy seguro de que les gustará que les haga una visita... ¿Vamos?
- Estaré encantado de visitarlos –Kirk apuró su vaso- ¡Vamos allá!


A Jim Kirk le sorprendió la juventud de todos los heridos... Pero luego se dio cuenta de que buena parte de dicha juventud estaba en unos ojos ya viejos y que habían visto ya tantas cosas... No, no debía engañarse. Todos eran tripulantes valientes, profesionales... Y ahora además eran sus camaradas.

- Señoras, Caballeros, les presento al Comandante James T. Kirk

Kirk lo intentó, pero no consiguió evitar que los heridos más leves se levantaran a saludarlo y darle las gracias. Todos sabían además de su muñeca rota y preguntaron amablemente. James Kirk se dio cuenta de que admiraba a aquellos hombres y mujeres.

- Como ustedes ya saben, tengo... Cierta experiencia a bordo de una nave estelar –las carcajadas fueron generales- Y he de decirles que en todos estos años sólo hay una cosa que permanece inalterada: La lealtad y valentía de todos y cada uno de los tripulantes de cualquier nave estelar. Me siento honrado de poder llamarme compañero de todos ustedes... Y descuiden, seguro que tienen la ocasión de salvarme a mí algún día... De hecho, soy el único que se ha lesionado cuando ya había pasado todo.

Nuevas carcajadas, seguidas por corteses despedidas y el compromiso mutuo de celebrar en el bar de la nave que todos se recuperarían en cuanto les fuera posible. Desde luego, también invitaron al Dr. Scott.

- Gracias, Comandante. Ha animado usted a mis pacientes, y eso siempre es promesa de una pronta recuperación... Ahora, debería usted ir a su camarote y descansar.
- Así lo haré, Doctor... Y gracias por el magnífico analgésico. La muñeca ha dejado de dolerme.
- Ya sabe, cuando necesite una nueva dosis, no dude en pasar a verme.

Jim Kirk llegó a su camarote. El terminal mostraba una gran cantidad de avisos... Parecía que toda la nave sabía de su presencia en la misma... Y de sus andanzas en Ingeniería. Entre todos los mensajes, encontró uno de Spock:

“Bien hecho, Jim. Sabía que no nos equivocábamos al pedirte que volvieras a embarcar. Parece, eso sí, que subestimamos tu potencial. Mañana hablaremos”.

Allí estaba también el informe del Sub-Teniente Ríos. Había tenido el detalle de remitirle una copia. Jim Kirk la leyó, sorprendido de que se hiciera bastante énfasis en que él había sido el primero en elegir entre las dos opciones que Ríos planteó.
- Tendré que darle las gracias más tarde –pensó Kirk- ¡Vaya! Mayo también ha completado su informe sobre el estado de la nave... Y también se ha preocupado de enviarme una copia.

Kirk leyó el informe de Mayo con más interés que el primero. Por mucho que éste no fuera “su” Enterprise, a James Kirk siempre se preocupaba tanto de que la nave estuviera bien como de la salud de sus tripulantes. Por lo tanto, se alegró sobremanera de que en el informe se indicara que estaba previsto tener operativo de nuevo el Núcleo de Curvatura a las 10:00h del día siguiente. Mucho antes de lo previsto inicialmente.

¡Esto sí que era una sorpresa! ¡Una felicitación por escrito de la Capitán Demora Sulu! Vaya, desde luego Kirk se había equivocado por completo en la primera impresión que tuvo de ella. Pensó que tal vez él mismo hubiera sido un tanto rudo, así que se propuso disculparse debidamente durante la cena.
Mientras se ocupaba en estos pensamientos, un nuevo mensaje le llegó. Era de T’Pol.

“Saludos, Comandante, mi marido me comenta que se encuentra usted fuera de servicio de momento, así que he pensado que tal vez le apetecería pasarse por nuestro camarote. Sería un buen momento para que conociera a nuestros hijos”.

- Bien, desde luego que me apetece –pensó Kirk- pero me gustaría saber cómo demonios voy a encontrar el camino...

Iba a responder al mensaje para decir que sí a la invitación y preguntar cómo llegar cuando se dio cuenta de que el mensaje de T’Pol ya incluía un plano para que no tuviera problemas en localizar el camarote.

- No aprenderás jamás, Jim –dijo para sí- Más de cincuenta años tratando con vulcanianos y no piensas que van a tener lista la solución antes de que un simple humano les plantee el problema.

Descargó el plano a su PADD para no perderse, contestó el mensaje con un “Encantado, voy para allá”, y salió al pasillo.


Capítulo 6: T’Pol.

James Kirk tenía edad suficiente como para haber visitado más de una vez a una familia con niños pequeños. Lo cierto es que apenas había mantenido el contacto con Saat desde que éste ingresara en la Flota Estelar, pero creía recordar que sus hijos tenían cinco y tres años. Sus nombres eludían su memoria, sin embargo.
Ciertamente, Kirk esperaba encontrarse con una severísima madre vulcaniana y dos pequeñas fierecillas correteando por el camarote. Una vez más, no tardó ni diez segundos en comprobar –de nuevo- lo erróneo de sus predicciones.

La mujer que abrió la puerta era vulcaniana, sin duda, o eso decía su aspecto por lo menos… Pero luego, una enorme sonrisa en su cara rompía todo el efecto. Era imposible que una vulcaniana sonriera de aquella forma, pero T’Pol lo estaba haciendo… ¿O sería una mueca tal vez?. No, Kirk conocía bien los gestos faciales de los vulcanianos, y ni la mayor perturbación imaginable provocaría que ninguno de ellos enseñara tanto los dientes como T’Pol lo estaba haciendo en aquel momento. En Vulcano, mostrar los dientes se consideraba un acto de agresión, y en una civilización que casi se había destruido a sí misma por culpa de la violencia, tales gestos simplemente no eran tolerados.

T’Pol notó su sorpresa, y su rostro se convirtió al instante en otro totalmente carente de expresión mientras le decía:

- Mis disculpas, Comandante Kirk. Sospecho que mi marido no le ha hablado de nuestro “secreto de familia”.
- Por cierto que no… Aunque si tiene algo que ver con su sonrisa de antes, me encantará conocerlo… y a propósito, llámeme Jim. –La sonrisa volvió al rostro de T’Pol.
- Estupendo, Jim. Pase, por favor.

A diferencia del suyo, el camarote que T’Pol y Saat compartían con sus hijos disponía de varias habitaciones. Nada más franquear la puerta, había un pequeño salón. Desde el mismo, se podían ver tres puertas, que Kirk supuso correspondían a dos dormitorios y un cuarto de baño. Según el gusto imperante en Vulcano, la decoración era más bien austera, con un par de sillones separados por una mesa baja. Demasiado pequeña para comer en ella, ya que desde luego todas las comidas se hacían en el comedor de la nave. En un extremo del salón, había un escritorio, y sentados al mismo se encontraban los dos hijos de Saat y T’Pol. El mayor se llamaba Sybok, y como casi todos los vulcanianos, tenía el pelo negro y liso. La niña, Amanda, era en sí misma un tanto más extraña de ver, pues su pelo era de color castaño oscuro. Algo raro en un natural de Vulcano, y que Jim Kirk supuso que se debía a la herencia distante de su bisabuela… De la que también había heredado el nombre, por lo visto.
Tanto Sybok como Amanda se encontraban delante de sendos terminales, aparentemente estudiando, y hasta que su madre no les dio permiso para hacerlo, no se levantaron a saludar amablemente al recién llegado.

Kirk pensó al instante que ahora que las familias viajaban juntas en naves estelares, no sería una mala idea crear dentro de cada nave una pequeña escuela… Pero por otro lado, en una nave con más de cuatrocientos tripulantes a bordo, los niños podían perfectamente codearse con ingenieros, médicos, científicos de toda clase… Seguramente sería mejor que –una vez alcanzado el nivel suficiente de conocimientos básicos- pudieran recibir la formación más específica de esos mismos profesionales… Sí, sin duda era una buena idea, y Kirk la anotó mentalmente para comentarla con la Capitán y en su caso transmitirla al Alto Mando.

- Bueno, T’Pol, estoy ansioso porque me expliques ese “secreto de familia”.
- Es bastante sencillo, Jim. Mi marido, Saat, tiene sangre vulcaniana, pero también romulana y humana. Hace ya bastante tiempo que mi suegro encontró interesante aceptar los sentimientos humanos en lugar de eliminarlos o rechazarlos. Por supuesto, Saat y yo hemos continuado con esa pequeña tradición familiar. Ambos recibimos una estricta educación vulcaniana, y hasta la edad adulta… O más bien hasta después de nuestra boda, no comenzamos –llamémoslo así- una “Formación Humana”.
- Entiendo… Debo confesar que por extraño que sea ver una sonrisa vulcaniana, es una experiencia de lo más agradable.
- Gracias, Jim.
- Lo que me resulta aún más difícil de comprender es cómo han conseguido que acepten en Vulcano esta particular forma de ser.
- Lo cierto es que no se puede decir que la hayan aceptado… Tampoco es que sea exactamente un secreto, pero sabemos que la sociedad vulcaniana no está preparada para abrazar los sentimientos. Puede que nunca lo esté, y por eso sólo los mostramos ante familiares y amigos.
- Me siento halagado… Pero dime, T’Pol ¿A qué te dedicas? Estoy convencido de que tienes capacidad para algo más que para estar cuidando todo el día de dos niños que parecen realmente formales… Y no digo que esa labor carezca de importancia.
- Así es, Jim. También soy psicóloga… De hecho, la psicóloga de la nave, aunque hasta mañana no estaré de servicio.
- Así que psicóloga… Tal vez me puedas explicar entonces el repentino cambio de actitud de la Capitán Sulu hacia mí.
- ¿Te refieres a que en un primer momento ha sido brusca, cortante y su forma de actuar rayaba en la agresión verbal?
- Exacto… ¿Quién te lo ha contado?
- Tranquilo, Jim, nadie lo ha hecho. Lo que ocurre es que conozco bien a mi capitán… Digamos que es su forma de actuar con los recién llegados. Utiliza esa estrategia para que se impliquen al máximo de sus posibilidades… Y es un excelente método psicológico para evaluar a la tripulación.
- Me temo que eso último se me escapa.

- Muy sencillo: Un buen tripulante siempre intentará dar el máximo de sus capacidades, intentar demostrarse a sí mismo y al Capitán que es un miembro válido de la tripulación. En cambio, si la persona que recibe el “tratamiento” posee una personalidad disruptiva, muy probablemente desarrollará una animadversión hacia la Capitán que le impedirá hacer bien su trabajo. Incluso proyectará esa agresividad recibida al principio sobre sus otros compañeros… Por supuesto, ese tipo de personas no tardan mucho en quedar al descubierto y finalmente serán trasladados a otras naves… O a Tierra.
- Muy interesante, desde luego… Sospecho que entonces he pasado la “Prueba del Capitán”.
- Diría que es una suposición lógica, Comandante –T’pol dijo esto de modo inequívocamente vulcaniano y ambos rieron.
- Me gustaría saber qué opina el Dr. Scott de todo esto…
- Bueno, él también pasó la prueba en su día, aunque ahora mismo sólo hay dos cosas en las que centra su atención. La primera es la Medicina… Y la segunda, la Ingeniería, o una parte de ella, al menos.
- ¿Quiere decir que Scott y Mayo…?
- No exactamente. Basta verlos juntos para darse cuenta de que el Doctor se siente atraído por la Comandante… Y que ella sólo tiene ojos para sus motores.
- ¡Pobre Scott! Y pensar que yo he convencido a Mayo para que cene con nosotros esta noche… Conozco a un Doctor que pasará la noche haciendo puntería sobre una diana con mi rostro dibujado.
- Tranquilo, Jim. Shaka Scott es un hombre demasiado inteligente como para caer en los celos… En cuanto a Mayo, como ya te dije, de momento sólo tiene ojos para sus motores, y no se ha dado cuenta de lo que el Doctor siente por ella… Pero lo hará, y no tardará mucho en hacerlo. Cuando ésto ocurra, veremos si de ahí sale una pareja… O sólo dos buenos amigos. Conociendo a ambos como los conozco, ocurra lo que ocurra, siempre será para bien.

La conversación derivó desde ahí hacia temas más triviales, hasta que llegó el momento en el que Kirk se despidió para volver a su camarote y prepararse para la cena.


Capítulo 7: Tripulante.

Habían pasado seis meses ya desde la botadura del Enterprise. Para bien o para mal, cuando se comparaba el frenético primer día con los ciento setenta y nueve que le habían seguido, todo había consistido en largas horas de aburrimiento interminable.
Afortunadamente para James Kirk, el trabar conocimiento con la tripulación del Enterprise era un pasatiempo útil y entretenido a la vez. La “Reliquia del Pasado” se había por fin convertido en un camarada más de la tripulación. Si en su primer día de trabajo, Kirk había conseguido que todos olvidaran su viejo rango de Contra – Almirante, durante el resto del tiempo había logrado conseguir que se olvidaran también de su rango de Comandante cuando estaba fuera de servicio.
Se podía decir que el Dr. Scott y él habían construido una buena amistad... Facilitada en gran medida por la impresionante reserva de excelente whisky escocés que de algún modo el buen doctor se había ocupado de conseguir subir a bordo.
Últimamente, de todos modos, el Doctor y Kirk se veían con menor frecuencia... Como Predijo T’Pol, la Comandante Mayo se había dado cuenta por fin de cómo la miraba Scott, y ambos se habían dedicado a la agradable tarea de conocerse mutuamente. Ayudaba –y bastante- el hecho de que Shaka Scott fuera el médico con más conocimientos de Ingeniería en el Universo.

Bien, eso le daba a Jim Kirk la oportunidad de conocer a otros miembros de la tripulación. Watson, M’Benga y Archibald eran excelentes tripulantes. Profesionales hasta la extenuación... Y el aburrimiento. Carecían por completo de ambiciones, de iniciativa. Si viviera cincuenta años más, Jim Kirk no se sorprendería de ver cómo el momento del retiro les sorprendía exactamente en los mismos puestos en los que se encontraban ahora. Tal y como los veía Kirk, los tres estaban tan anclados a sus estaciones respectivas como las propias consolas que utilizaban. En cambio, el Oficial Científico Ríos era ligeramente distinto. A pesar de no tener tampoco ninguna ambición de ascenso, sí que dedicaba la mayor parte de su tiempo libre estudiando, pensando cómo podía hacer mejor su trabajo, intentaba descubrir cómo resultar lo más útil posible a su Capitán y a sus camaradas. Incluso insistía en que mientras estuviera fuera de servicio nunca se le llamara por su rango de Sub-Teniente. Aceptaba que casi todo el mundo lo llamara por su apellido, pero a sus más íntimos casi les exigía que lo llamaran por su nombre de pila: Rafael... Y sin embargo, Rafael nunca dejaba de estar de servicio en realidad. No era raro verle con un café o cualquier otra bebida en el Flaherty’s, el bar de la nave, mientras charlaba con jóvenes tripulantes que dudaban de tal o cual protocolo. Así era Rafael: Nunca estaba demasiado ocupado para echar una mano.

En cuanto a Saat y su familia... En realidad ahora eran también la familia de Kirk. Había llovido mucho desde la última de sus relaciones serias, y dado que la muerte tan violenta como temprana de su hijo David le había privado de la oportunidad de cuidar a sus propios nietos, se aplicó entusiasmado a la tarea de ejercer de abuelo para Sybok y Amanda. Pasaba horas y horas contándoles acerca de las misiones en las que tuvo a su lado a Spock, el auténtico abuelo de los niños. Les habló también de su tío-abuelo Sybok, de su sacrificio más allá de la Gran Barrera y cómo él había conseguido salvarlos a todos... No les habló del secuestro del Enterprise-A, pero sí de su capacidad para hallar los errores que hacían sentirse mal a los demás y ayudarles a que se enfrentaran a ellos y pudieran perdonarse a sí mismos.
Sybok había estado equivocado en sus métodos, desde luego, pero supo reconocer y enmendar su error en el momento preciso. Para James Tiberius Kirk, eso era lo que definía la calidad de una persona. En el caso de Sybok, si alguna vez le había guardado rencor, eso había sido hace muchos años. Hoy su recuerdo sólo le inspiraba respeto.
También les habló de Amanda, su bisabuela. Una maestra tenaz y decidida como pocas, capaz de desafiar a las sociedades de dos mundos para casarse con Sarek, padre de Spock y bisabuelo de los niños. Tal vez ella no había participado en grandes misiones por la galaxia, pero Kirk sabía que la vida de Amanda había sido tan productiva y tan plena como la de cualquiera. Desde luego, había una historia sobre Amanda que sus bisnietos no se cansaban de escuchar: Aquella de cómo consiguió que Spock volviera a aceptar su parte humana después del Fal Tor Pan.

-¡Qué aburrimiento! –dijo en medio de un bostezo- Si al menos tuviéramos una misión concreta...

No era ya propio de él sentirse impaciente, y desde luego comprendía perfectamente que una nueva tripulación debía ser también ensamblada antes de poder cumplir cualquier misión... Pero la tripulación del Enterprise-B ya lo estaba. Pensó incluso en comunicarse con Spock, y justo entonces, el timbre de su puerta sonó.

- Adelante. –era el Sub-Teniente Ríos.
- Comandante Kirk.
- No estoy de servicio, Ríos, llámeme Jim.
- Jim, necesito consultarte algo.
- Siéntate, por favor. Tienes toda mi atención.
- Bien, Jim... Perdóname, pero lo primero que he de decirte es que no soy del todo terrícola.
- En una nave con tanta mezcla de especies como esta, eso no es un problema, y tú lo sabes bien.
- Cierto; me refiero a que mi madre proviene de un planeta... Un planeta llamado Betazed. Digamos que en lo que respecta a la fisiología, ciclo vital, apariencia... los nativos de dicho planeta son totalmente idénticos a los humanos... Salvo por una pequeñísima diferencia en el córtex posterior.
- Muy interesante... y esa diferencia, ¿en qué consiste?
- Realmente es pequeñísima, y lo realmente interesante son las capacidades que confiere. Los nativos de Betazed son incluso capaces de leer los pensamientos... Tranquilo, Jim, sólo soy medio betazoide, yo no puedo leer los pensamientos de nadie.
- Pero sí que puedes hacer otras cosas, ¿verdad?
- Por explicarlo en pocas palabras, tengo una especie de “sexto sentido” muy desarrollado. Suelo tener presentimientos, intuiciones... Como cualquier otro ser humano, sólo que los míos no fallan nunca... O al menos, no lo han hecho hasta hoy.
- Eso sí que es fascinante... ¿Tiene algún tipo de limitación esa habilidad?
- Parcialmente. Puedo tener intuiciones sobre las cosas y personas que me rodean... O sobre los lugares y personas que tengan una relación estrecha con cualquiera que esté cerca de mí.
- Es decir, que si te pregunto por Spock, por ejemplo, podrías saber cómo se encuentra gracias a la cercanía que hay entre él y yo.
- No, Jim. No es voluntario. Sin embargo, si el Almirante fuera a estar en peligro en un futuro próximo, yo lo sabría ya gracias a mi cercanía física contigo... Y eso es exactamente lo que me ha pasado gracias a mi cercanía con el Dr. Scott. Jim, sus padres estarán en peligro muy pronto, y nosotros... El Enterprise, podemos ayudarlos.
- ¿Has hablado ya con la Capitán Sulu?
- No, Jim... De hecho, he venido a verte precisamente para que me acompañes y me ayudes a convencerla, sobre todo porque si lo conseguimos, luego habrá que convencer al Alto Mando –Eso quería decir “A Spock”, y Jim lo sabía.
- Bien, a mí me has convencido. Vamos a ver a la Capitán.

La Capitán Demora Sulu tampoco resultó difícil de convencer. Tanto Kirk como Ríos pudieron ver que no estaba del todo segura de lo correcto de la intuición del Sub-Teniente. Sin embargo, confiaba en él, y con eso era suficiente... Por si no fuera bastante, terminó la conversación agregando:

- Necesitamos esa misión... No quiero matar de aburrimiento a mi tripulación. –Activó el Inter.-comunicador y dijo:
- Sra. M’Benga, que el Dr. Scott y el Teniente Saat se presenten en mi despacho. Es urgente... Y abra un canal de comunicación con el Alto Mando de la Flota. Tenemos que hablar con el Almirante Spock lo antes posible.
- Enseguida, Capitán.

El Dr. Scott llegó apenas un minuto después de ser llamado. Ríos les puso al corriente a él y a Saat de sus intuiciones acerca de la colonia donde se encontraban los padres de Scott de forma rápida pero exhaustiva... Y cuando al fin el rostro del Almirante Spock, máxima autoridad de la Flota Estelar, apareció en la pantalla, lo que pudo ver fueron los rostros de cuatro oficiales visiblemente preocupados, mientras que su hijo mantenía un rostro inescrutable. El informe fue breve, y Spock habló:

- Entonces, Capitán, ¿considera usted que la intuición del Sub-Teniente Ríos es acertada?
- Señor, no sé si lo es o no, pero tengo muy claro que ir y comprobar que no existe peligro no provocará ningún daño... Mientras que si no vamos y el peligro es real, nuestra colonia podría verse seriamente comprometida.
- Sin embargo, la presencia de una nave estelar allí, tan lejos de la base, podría considerarse como una muestra de excesivo interés por parte de la Federación en una pequeña colonia “de las afueras” si esa es la expresión correcta... Y más sospechoso aún resultaría que la nave enviada fuera el Enterprise, la Nave Insignia de la Flota, a pesar de que existen naves más cercanas.
- Cierto, señor, pero el Enterprise es la única de las naves federales que actualmente están en el espacio que no tiene encomendada ninguna misión... Excepto la comprobación de sus sistemas. Después de seis meses aquí afuera, no resultaría extraño que realizáramos un largo viaje de prueba a una región bastante inexplorada aún... Y que además es una buena opción al no existir en la misma posibles fuerzas hostiles que pudieran poner en peligro a una nave recién ensamblada.
- Una postura muy lógica, Capitán... Comandante Kirk, ¿qué opina usted?
- Coincido plenamente con la Capitán Sulu, señor. Mi opinión es que deberíamos ir.
- ¿Teniente Saat?
- Creo que acudir a Marla IV es la opción más lógica que tenemos disponible en este momento. No anticipo consecuencias negativas en el caso de que el peligro no exista.
- Bien, Capitán. El Alto Mando les autoriza a realizar el viaje. Quiero que vayan, evalúen la situación... Y que aprovechen su estancia allí para ofrecer cualquier tipo de apoyo tanto material como personal a los colonos... ¿Doctor Scott?
- Sí, señor.
- Transmita mis saludos a sus padres... Spock fuera.

No había sido tan difícil después de todo, así que poco más de una hora después de que Ríos llamara a la puerta del Comandante Kirk, el Enterprise se dirigía hacia Marla IV a WARP 8.


Capítulo 8: Esperanza de Liberación.

“Esperanza de Liberación”. Bonito nombre para una colonia, aunque a Jim Kirk le gustaba más el auténtico nombre (en inglés) de la misma: “Hope Of Deliverance”. Aparentemente, el nombre provenía de una canción. La había compuesto un tal Paul McCartney, músico del Siglo XX, que había tenido un éxito considerable en su época. Supuso Kirk que Scott tendría algo que ver con el nombre, pues el compositor y él mismo habían nacido relativamente cerca.

- Bueno, en tan sólo siete horas podré preguntárselo. Desde luego, tengo muchas ganas de verlos... A él y a Uhura.

Jim Kirk revisó una vez más su uniforme y se dirigió al Puente. Allí, se sentó en su lugar, disponiéndose a esperar lo que le pareció una eternidad hasta que por fin Archibald habló:

- Entrando en el pozo gravitatorio de Marla IV, Capitán.
- Gracias, Sr. Archibald, órbita estándar, por favor.
- Órbita estándar, sí capitán... Entrando en órbita en cinco, cuatro, tres dos... Órbita establecida con éxito.
- Gracias, Sr. Archibald, Sra. M’Benga, abra un cana con la colonia.
- Canal abierto, Capitán.
- Colonia Hope of Deliverance, aquí la Capitán Sulu, al mando del USS Enterprise, me reciben – La contestación provino de una voz que Kirk había oído miles de veces antes de aquel día.
- Aquí Hope of Deliverance, Capitán. Bienvenidos a nuestro pequeño rincón del Universo.
- Gracias, Uhura... ¿Se encuentra el Sr. Montgomery Scott con usted?
- Afirmativo, Capitán, aquí Scotty. Siempre es un placer saludar al Capitán del Enterprise... Y más cuando se apellida Sulu.
- Gracias, Scotty... Tengo a mi lado a alguien que sé que arde en deseos de saludarle... ¿Comandante? –En efecto, Kirk no tardó ni un segundo en aprovechar la oportunidad.
- ¡Scotty! ¿Cómo estás, viejo amigo?
- ¡Que me aspen si ése no es el Capitán Kirk! ¿Qué diablos hace usted por aquí, Capitán?
- Ya no soy Capitán, Scotty, ahora soy el Comandante Kirk.
- ¡Tonterías! Una vez que se ha comandado una nave estelar, siempre se es Capitán... Y usted siempre será Mi Capitán, no importa cuánto lo asciendan o lo degraden... Con el debido respeto, Capitán Sulu.
- No se preocupe, Scotty, debe usted saber que sin el “Capitán” Kirk, ésta nave no habría sobrevivido a la prueba inicial de motores.
- ¡Diablos! Eso tengo que escucharlo con detalle. ¿Tenemos su permiso para transportarnos a bordo, Capitán Sulu?
- Eso no será necesario, Scotty, planeo bajar a saludarles, acompañada del Sub-Teniente Ríos, el Teniente Saat, el Dr. Scott... Y el Comandante Kirk. Por supuesto, con el permiso de la autoridad local, ¿con quién deberíamos hablar?
- Con un servidor. Yo mismo soy el alcalde de éste pueblo de la frontera... Y ni que decir tiene que estaremos encantados de recibirles. En estos momentos les estamos enviando las coordenadas... Scotty fuera.
- Como ya sabe, Comandante Kirk, no estaba previsto que usted descendiera a ningún planeta... Pero tampoco estaba previsto que esta nave tuviera una auténtica misión después de todo... Acompáñenos, por favor, Saat, Ríos, vamos.

Así, los cuatro se dirigieron a la Sala de Transporte, donde se les unió el Doctor Scott. Kirk de nuevo vio cómo la habitación cambiaba sutilmente... Solo que ésta vez, nada más terminar de materializarse, cien kilos de escocés añejo le propinaron un abrazo de oso, mientras que el Doctor Scott recibía un tratamiento parecido aunque más delicado por parte de su madre.

- ¡Vaya! Alguien se ha mantenido más en forma que yo durante los años.
- Bueno, éso es porque no tengo a una mujer como Uhura para alimentarme tan bien como lo hace contigo.

Por una vez, la cara de Ríos aparecía más seria que la del propio Saat. Scotty lo notó, al igual que su hijo.

- De acuerdo –dijo Uhura a una señal imperceptible de ambos- Vamos a la sala de reuniones, hay mucho de lo que hablar.

El trayecto fue corto, como correspondía a una colonia en la que apenas vivían unas quinientas personas. Además, se había trazado una planta casi circular, por lo que cualquier desplazamiento podía realizarse en muy poco tiempo... Por poco que tardaran en llegar, sin embargo, todos notaron cómo la preocupación de Ríos iba en aumento a cada paso que daban.

- Bien, Rafael –estaba claro que Sulu quería ir al grano- Todos estamos informados del presentimiento que tuvo usted... ¿Hay algo más que desee añadir?
- Gracias, Capitán. Como sé que ya han notado, no he dejado de recibir... Sensaciones, por llamarlas de algún modo, desde que entramos en órbita. En este planeta hay algo más que nosotros... Algo que no es inteligente; al menos no más que un perro doméstico, pero que se ha dado cuenta de nuestra presencia... Y no le gusta.
- ¿Cree usted que ése es el peligro que nos acecha, Ríos?
- Eso creo, Uhura. Sé que tiene un fuerte sentimiento de ira hacia nosotros... Por supuesto, hasta ahora tiene demasiado miedo como para darse a conocer, pero cada vez siente más ira y menos miedo... Sólo es cuestión de tiempo para que la ira se imponga al miedo y actúe... Cuando lo haga, sus actos no serán de huída, sino de agresión.

Ahora, los rostros de todos los presentes ya no expresaban seriedad, sin sincera preocupación.

- ¿Qué tamaño puede tener ese ser o seres...? Llevamos más de un año en Marla IV y no hemos visto ningún animal nativo que pueda ser un peligro para la colonia.
- Sólo le puedo decir que es grande, Scotty, muy grande, pero oculta su presencia. Es un depredador, el mejor de este planeta. Por lo tanto, ocupa el puesto más alto en la cadena alimentaria de Marla IV... Tal vez nuestra llegada le haya hecho imaginar que dicho puesto está en peligro.
- ¿Sugerencias, Caballeros?
- Capitán –Kirk tomó la palabra- No sabemos cuándo pueden atacar, pero si han sido capaces de ocultar su presencia hasta ahora, seguro que cuentan con aprovechar el factor sorpresa.
- Ríos, ¿Crée usted que el ser tiene ese nivel de inteligencia?
- Sin duda, Capitán. Como ya he dicho, es el mejor depredador de este planeta.
- Dígame, Saat, ¿Cómo podremos anticipar y defendernos del ataque?
- Sugiero que el Sr. Scott y la Sra. Uhura nos pongan al tanto de los recursos... Y especialmente de las armas de las que disponen en la colonia. Podremos reforzar dichos recursos con los disponibles en el Enterprise
- Estoy de acuerdo, también tendremos que montar guardia permanente desde ahora. No sabemos cuándo sucederá... Scotty, háblenos de sus recursos.
- Escasos, Capitán... Ésa es la palabra que mejor los define. Apenas contamos con una docena de fásers, no tenemos ningún arma de asalto ni un perímetro defensivo de sensores y escudos... Al menos no en toda la colonia, pero sí que podríamos tener algo interesante.
- Hable, Scotty...
- La primera construcción de la Colonia. La han visto antes. Es esa gran cúpula que se encuentra ligeramente alejada del resto de edificios. Allí tenemos un generador totalmente autónomo, cuenta con escudos defensivos y lo que es más importante: Tiene capacidad para albergar a todos los habitantes de la colonia en caso de necesidad.
- Magnífico. Contactaré con el Enterprise para que envíen a un destacamento de seguridad y armamento...
- Sulu a Enterprise –silencio-
- Sulu a Enterprise. Enterprise, respondan –silencio de nuevo.
- Scotty, ¿Está aislada ésta sala?
- Por supuesto que no, el Enterprise debería poder oír su llamada.
- Son ellos, Capitán. De algún modo, interfieren con las señales de radio.
- Eso significa que han ganado ya el primer asalto... Nos han sorprendido.
- Capitán... Podemos estar ante un ataque inminente, o tal vez no. Sin embargo, sugiero que nosotros mismos y todos los colonos nos traslademos al edificio que señalé antes.
- Estoy de acuerdo con el Sr. Scott, Capitán –Saat tomó la palabra- Sugiero que Ríos, el Sr. Scott y yo mismo vayamos a por el armamento disponible
- Yo les acompañaré –Terció Kirk.
- Gracias, Comandante, pero seré yo quien les acompañe. Usted vaya con Uhura y el Doctor Scott. Hagan que los colonos se reúnan en el edificio.
- Capitán, con el debido respeto, no debería usted ponerse en peligro... Las Normas de la Flota especifican claramente que...
- Comandante Kirk, ¿Sería usted tan amable de contestar al teniente en mi lugar?
- Al diablo las normas.
- Yo misma no lo habría expresado mejor. Ésto es una emergencia; cuántos más vayamos a por el armamento, más posibilidades tendremos de no dejar a toda la colonia reunida pero sin armas. Bien, vamos allá. Scotty, guíenos. Uhura, Doctor, Comandante, buena suerte. Intenten ser rápidos. Nosotros nos reuniremos con ustedes lo antes posible.

Con la dirección de Uhura, localizar a los colonos resultó sencillo. Aparentemente, ella y Scotty se habían tomado el presentimiento de Ríos tan en serio como Kirk, y encontraron que todos los colonos estaban listos, nadie fuera de casa y todos con las provisiones y lo más indispensable para vivir perfectamente empaquetado. Todos estaban listos para salir a donde les dijeran.

Por su parte, Scotty guió con rapidez a su grupo hasta el pequeño armero de la colonia... Montgomery Scott creía en la utilidad de estar preparado, así que encontraron no sólo los fásers perfectamente cargados, sino además gran cantidad de células de energía para los mismos. Casi estaban por salir cuando Scotty abrió un cajón de madera y extrajo una larga espada que se colgó a un costado mientras decía con una sonrisa:

- No me dejaban llevarla a bordo cuando servía en la Flota Estelar, pero si éste escocés ha de morir hoy, lo hará con las armas de la familia en la mano.

Por fin, se dirigieron a la salida, pero el teclado de apertura no funcionó. Mientras recurrían al sistema manual, nadie se sorprendió cuando Ríos dijo:

- Ha empezado.



Capítulo 9: Infierno.

El grupo con el armamento llegó sin contratiempos al edificio central y activaron los escudos. Nada más entrar, Uhura y Scotty llamaron a su hijo y lo acompañaron a una de las habitaciones. Cuando salieron algunos minutos después, los dos Scott llevaban el Kilt con el tartán de su clan, los rostros pintados de azul y sendas espadas que colgaban de sus espaldas.

- ¡Doctor Scott!
- Capitán, ésta colonia ya tiene un médico... Lo que necesita son guerreros.
- ¿De dónde ha sacado esa espada?
- Mis padres me la tenían preparada... Y descuide, sé cómo usarla.
- Estoy segura de que así es... Ríos, ¿Son capaces los tricorders de detectar al enemigo?
- No directamente, Capitán. He podido sin embargo detectar la fuente de interferencias de radio. Si asumimos que dicha interferencia proviene del enemigo, hay unos cien seres, tantos como focos de la interferencia. Todos ellos se encuentran a unos quinientos metros de nosotros... Resulta evidente que nos están rodeando. Aún sigo intentando filtrar las interferencias para obtener una lectura clara de su tamaño y demás características.
- Bien, Ríos, continúe. No sabemos nada de esos seres, ni siquiera si tienen sentido de la vista o si cuentan con algún tipo de tecnología... Tal vez su capacidad de interferir las señales de radio sea orgánica... De momento, seremos prudentes. Quiero todas las puertas de las habitaciones abiertas; si superan los escudos, nosotros sí que necesitaremos verlos nada más entren.
- Capitán, sería interesante alejar a los colonos de las paredes.
- Coincido con usted, Comandante. Reúnalos a todos en el salón central. Que todo el personal con armas forme un círculo alrededor de ellos. Distribúyanse las puertas de las habitaciones. Que cada uno vigile la que le quede más cerca, y avisen si el enemigo consigue penetrar los escudos y la estructura del edificio.
- Capitán... Debemos considerar la posibilidad de que el enemigo tenga un nivel suficiente de inteligencia como para poder efectuar un ataque de diversión.
- Bien visto, Saat. Que nadie se mueva de su puesto aunque penetren en el edificio por algún lugar... O mejor aún, ¿Scotty?
- Dígame, Capitán.
- Formaremos con el personal de la flota un primer círculo defensivo más próximo a las habitaciones. Luego, los colonos armados formarán un segundo círculo más interior. La misión de este segundo círculo será apoyar a la primera línea si es necesario. Confío en usted para que comande este segundo grupo... Es muy posible que tengamos que hacer frente a ataques desde diversos puntos.
- A la orden, Capitán.
- Una cosa más... Es muy probable que alguno del primer o del segundo círculo caiga o se vea impedido para seguir luchando... Todo colono desarmado que sin embargo sí esté capacitado para luchar deberá estar preparado para tomar el lugar de los que caigan. Que cojan su arma y ocupen su puesto... La rapidez puede resultar esencial.
- Capitán, sigue siendo imposible filtrar las interferencias; su frecuencia cambia constantemente siguiendo una pauta que no es fija... Pero ahora los focos se están acercando. Ya han rodeado el edificio y está apenas a cinco metros.
- Bien, habrá que luchar. Fásers en posición de aturdir; no mataremos si no es absolutamente necesario. Ríos, deje el Tricorder, pronto podremos ver a nuestro enemigo... ¡Todos a sus puestos!

El primer impacto no se hizo esperar. Todo el edificio tembló del techo a los cimientos.

- ¿Scotty?
- Capitán, los escudos han aguantado... Por poco. Desde luego, no van a sernos de gran ayuda.
- Entiendo... Que no sobrecarguen el generador. Necesitamos la energía más que los escudos.

El segundo impacto no fue único ni tan aislado como el primero. Todos notaron cómo el edificio era golpeado desde todos los puntos posibles. Apenas tres minutos después del primero, Scotty informó:

- Allá van nuestros escudos; espero que los que diseñaron éste edificio hicieran unos cálculos de integridad realmente generosos.

Nadie respondió, pero todas las manos apretaron con firmeza la empuñadura de los fásers... Y un par de puños además se cerraron sobre las de sus espadas de acero escocés.
Los golpes se volvieron más erráticos y espaciados en el tiempo, hasta que sin previo aviso Scott hijo gritó:

- ¡Brecha en la habitación sur-sureste! ¡Muy pequeña, apenas quince por veinte centímetros! ¡Un tentáculo!

Scotty envió a tres personas de su equipo hacia su hijo. El tentáculo, coloreado como un verdadero uniforme mimetizado en tonos verdes, negros y marrones, acababa en lo que sólo podía ser un globo ocular.
Scott abrió fuego con el fáser, pero sin resultado aparente. El tentáculo siguió avanzando. El refuerzo se unió al fuego de Scott: Tampoco hubo resultados entonces. Pasando su fáser a la mano izquierda y sin dejar de disparar, Scott desenvainó su espada con la derecha y cortó limpiamente el ojo junto con medio metro de tentáculo mientras saltaba hacia un lado. Ése gesto le salvó la vida, pues del miembro cortado, un apéndice nuevo parecido a un cuerno o un colmillo salió proyectado, o mejor dicho disparado, atravesando limpiamente el pecho de uno de los colonos que ayudaba a Scott. El tentáculo herido despareció por la abertura tan rápidamente como había entrado.

- ¡Fásers a máxima potencia! Doctor, ¿Cómo está el herido?
- Muerto, Capitán. Que nadie toque ese colmillo, debe estar lleno de algún tipo de neuro-toxina.
- Ya oyeron al Doctor. ¡Scott! ¡Scotty! Sigan usando sus espadas... Y que nadie se ponga delante de ningún tentáculo.

Ésta vez, la brecha se abrió frente a Jim Kirk, que apenas había tenido tiempo de ajustar su fáser. Hizo blanco y el ojo se retiró. Ésta vez, un colmillo voló hacia él sin tentáculo visible que lo disparara. A tan sólo diez centímetros de su rostro, la espada de Montgomery Scott lo desvió hacia el techo, donde quedó clavado.

- Gracias, Scotty.
- Ésa estuvo cerca, Capitán... ¡Muchachos! Desmontad ése suelo ¡Rápido! Con un poco de suerte, nos protegerá de los colmillos.

El momento de tanteo había terminado; inmediatamente, surgieron brechas alrededor de todo el edificio y ya no aparecían los tentáculos de uno en uno, sino por decenas cada vez... Y ya no sólo se trataba de lo que acababan en ojos, sino que unos nuevos con forma de cañón se unieron a los primeros, lanzando colmillos al interior. Las planchas de suelo, como Scotty había pensado, eran un buen escudo, pero no pudieron impedir que diez colonos más de entre los que formaban el segundo anillo fueran alcanzados. Scotty seguía dando órdenes y enseguida las armas eran empuñadas por nuevas manos.

- ¡Saat! ¡Cuidado!

La advertencia no llegó a tiempo; por suerte, no fue un colmillo sino un tentáculo ocular el que le golpeó la cabeza, dejándole inconsciente, pero no muerto. Un segundo tentáculo se enroscó en sus piernas y comenzó a arrastrarle hacia la grieta por donde había entrado, que ahora varios tentáculos abrían más y más.
Scotty corrió hacia él con la espada en la mano, pero Ríos estaba más cerca y Scotty le lanzó el arma. Ríos la tomó y en un solo movimiento golpeó y cortó el tentáculo casi un metro por debajo de las piernas de Saat. La parte seccionada se enderezó al instante y quedó inmóvil en el suelo. Ésta vez, ningún colmillo salió disparado.
Ríos devolvió la espada a Scotty, y se dispuso a arrastrar al inconsciente Saat hacia el doctor. Mientras tanto, Scotty se colocó frente a la grieta y comenzó a disparar su fáser, cubriendo la retirada.

- ¡Mierda! ¡Son Ucornos!
- ¿Ucornos? –Jim Kirk reconoció la palabra por sus lecturas de los últimos años. Había releído “El Señor de los Anillos” hacía menos de un año, y así se hizo a la idea de que el enemigo debía tener el aspecto de un árbol- ¡Entonces, ésto son ramas y espinas, no tentáculos y colmillos!

Tras aquel intento fallido de llevarse a Saat, los ataques cesaron, pero en tan sólo media hora, los colonos habían sufrido más de veinte bajas, y según el médico de la Colonia, Saat tenía una fuerte conmoción. Quedaba descartado para el combate.

- Capitán –dijo Scotty- Estos Ucornos saben que nos podemos defender, pero también que los nuestros están muriendo, mientras que no les podemos hacer daño a ellos.
- Necesitaríamos un lanzallamas... O explosivos para conseguir deshacernos de ellos. Ríos, ¿qué percibe?
- Capitán, se están preparando para el ataque final. Detecto una creciente seguridad en sí mismos. Parece que son como una manada, aunque diría que normalmente son seres solitarios y no están habituados a cazar juntos.
- ¡Qué amables! Se están tomando auténticas molestias por nosotros –Hubo carcajadas generales, sólo explicables por la adrenalina de la lucha.
- ¡Bien hecho! –pensó Kirk- Un poco de humor negro en medio del combate es lo que necesitamos para subir la moral.
- ¡Llegó el momento! –La Capitán Sulu levantó la voz para que todos los presentes pudieran oír sus palabras- No creo que haya mucho que hacer ya... Salvo defendernos hasta el final. Si el destino quiere que muramos hoy, no será sin pelear.

Un murmullo de aprobación recorrió la estancia, cuando se apagó lo suficiente, Demora Sulu habló de nuevo:

- Bueno, Comandante Kirk, gracias por su ayuda. Lamento ser yo el Capitán que le ha conducido a su última misión de superficie.
- Ha sido un privilegio servir a sus órdenes, Capitán. No hay mejor lugar para morir que al lado de un Sulu –Kirk sonrió y Demora le devolvió la sonrisa.
- ¡Aquí vienen! –Antes de que la voz de Ríos se apagara, las ramas de los Ucornos entraron a miles en el edificio, abriendo nuevas grietas y haciendo que todos temieran que el techo se derrumbara sobre ellos.

Las filas ya se habían roto, y los colonos no asignados a ningún grupo se habían hecho con pequeñas secciones de suelo, demasiado pequeñas para hacer de escudos, pero lo suficientemente grandes como para ser una aceptable arma ofensiva. Hasta el último niño y anciano luchaba por su vida a golpes de éstas planchas de metal... Entonces, una luz azulada inundó la sala, y Jim Kirk pudo ver cómo los colonos eran transportados fuera del lugar. Sólo quedaron los que estaban armados con fásers.

- ¡Magnífico! Al menos sólo moriremos nosotros, pero no el resto de la colonia.

Pero la tripulación del Enterprise no iba a dejar morir a sus camaradas; inmediatamente, varias explosiones sacudieron los alrededores del edificio.

- ¡A la puerta principal! ¡Vamos! ¡Todos fuera! –La voz de la Capitán Sulu se alzó sobre el sonido de las explosiones.


Todos corrieron y abandonaron el recinto a tiempo de ver cómo la lanzadera “Columbus” del Enterprise había tomado tierra, y cómo un destacamento del personal de seguridad de a bordo había usado pequeñas cargas explosivas para abrir un paso entre los Ucornos y ahora los alejaban equipados con lanzallamas.
Una vez alejados todos ellos, el oficial al mando se despojó del casco para mostrar una cabellera negra y, abalanzándose sobre el Dr. Scott, le obsequió con un largo y profundo beso.
La sorpresa inicial remitió... Y aquel beso fue recibido con un estruendoso aplauso de todos los presentes mientras el último de los Ucornos se perdía de vista.

Capítulo 10: Despedidas.

Elisa Mayo y su equipo sólo habían tardado diez días en reparar los desperfectos de la Colonia; y con la ayuda de Montgomery Scott no le resultó difícil establecer un perímetro defensivo de varios kilómetros de radio para protegerla.
Cuando Scotty convocó a los colonos para cambiar el nombre de la colonia por el de “Fangorn”, no hubo objeciones, pues todos –Incluso el Alto Mando de la Flota- habían aceptado el nombre de Ucornos para el nuevo ser recién descubierto. El coste de tal descubrimiento en vidas humanas había sido muy alto, pero parecía lógico que dado que el nombre de la nueva especie había salido de un libro, la colonia adaptara su nombre al del hogar de los Ucornos en aquel mismo libro.
El Sub-Teniente Rafael Ríos había podido estudiar la rama que intentara llevarse a Saat, y vio que tras el globo ocular se encontraba siempre una espina. Para él resultó claro que los Ucornos habitualmente cazaban “ofreciendo” esos ojos como frutos maduros de un árbol... Para luego disparar las espinas y matar al animal que se los intentara llevar. Como ésto no siempre funcionaba, ahí estaba el segundo tipo de ramas con forma de cañón y que sólo estaban destinadas a lanzar espinas. Aún no había conseguido descubrir el método que los Ucornos tenían para interferir las comunicaciones de radio, pero habría tiempo para eso... Al menos quedaba claro que se trataba de una capacidad orgánica.

- Bien, Mayo, ¿Cómo es que se decidieron a bajar y rescatarnos?
- Verá, Capitán, nos pareció muy extraño no recibir ninguna comunicación suya, así que elevamos el Enterprise hasta una órbita geosincrónica y pusimos todos los sensores de la nave a trabajar... En cuanto vimos que un bosque había aparecido dentro de la colonia, inmediatamente subimos a la Columbus, llevando explosivos y lanzallamas para despejar el camino.
- ¿Y por qué no se transportaron directamente hasta nuestra posición?
- Las mismas interferencias de los Ucornos impedían un transporte con éxito... Conseguimos eventualmente eliminar la interferencia del transportador, pero para entonces, ya estábamos a mitad de camino con la lanzadera y la batalla había comenzado.
- Y el motivo de que no transportara fuera de allí a los colonos en el momento fue...
- Porque sabíamos que iban a necesitar a todo el personal disponible mientras llegaban los refuerzos. En cuanto la lanzadera estuvo en tierra, sacamos de allí a todo el personal desarmado.
- Hizo usted muy bien, Comandante Mayo... ¿Alguien tiene alguna pregunta más para la Comandante?
- Yo tengo una, Capitán –Kirk miró a Mayo a los ojos y le dijo- ¿Cuándo será la boda?

El rostro de Mayo se volvió ostensiblemente rojo... Mientras que Shaka Scott contó con la ayuda de su piel oscura para evitar que ningún cambio de coloración pudiera verse en su cara.

Unas cuantas horas más tarde, los oficiales ya estaban en el Flaherty’s, celebrando el compromiso... Todos salvo Ríos y la Capitán Sulu, que se habían quedado en el despacho de ésta última.

- Sulu a Comandante Kirk –El intercomunicador hizo que Jim Kirk se levantara.
- Aquí Kirk, adelante, Capitán.
- ¿Puede venir a mi despacho, Comandante?
- Voy para allá, Capitán, Kirk fuera.

En el despacho estaban la Capitán Sulu y el Sub-Teniente Ríos.

- Comandante, el Sub-Teniente ha tenido una idea ciertamente descabellada. Me siento incapaz de convencerle para que recapacite, así que necesitaremos su consejo... ¿Ríos?
- Comandante, acabo de pedirle permiso a la Capitán Sulu para permanecer en Marla IV.
- No entiendo sus motivos, Ríos.
- Sencillo, Comandante. Además de un oficial de la Flota, soy un científico... Y medio betazoide, he de añadir.
- ¿Y bien?
- Acabamos de descubrir una nueva forma de vida, Comandante. Los Ucornos han estado a punto de destruirnos, cierto, pero hay que estudiarlos, descubrir qué les motiva, cómo es su ciclo vital...
- Pero... ¿Y el Científico de Hope... Quiero decir, de Fangorn?
- Murió durante el ataque, Comandante. Por eso quiero solicitar mi baja de la Flota Estelar y quedarme en Marla IV. Creo que ellos me necesitan más que el Enterprise.
- Seguro que la Federación puede destinar a un nuevo científico –un civil- a la colonia.
- Pero yo ya estoy aquí, Señor. Además, conmigo está mi habilidad para percibir lo que otros humanos no pueden.
- ¿Cree que los Ucornos volverán a atacar?
- Lo dudo... De momento, al menos no. Actualmente detecto su sorpresa por la aparición de la lanzadera, y están muy decepcionados de ver cómo cazar por primera vez en manada no les ha servido de nada... Pero podría ser que en el futuro cambien de idea, y mientras yo me encuentre en Marla IV, lo sabré al instante. Por lo tanto, la Colonia también lo sabrá.
- Como ve, Comandante Kirk, el Sub-Teniente ha estado pensando mucho tiempo en este tema... ¿Qué consejo puede darme?
- Sólo uno, Capitán: Deséele buena suerte.
- Precisamente eso es lo que he hecho antes de que usted llegara, Comandante... En este momento, el Almirante Spock debe de estar recibiendo la petición de Ríos... Autorizada por mí, por supuesto.
- Entonces, buena suerte, Rafael. Sabes que te echaremos de menos.
- Gracias, Señor... De todos modos, siento que por mí tengan que quedarse aquí unos días más, hasta que recibamos la respuesta del Alto Mando.
- Seguro que es afirmativa, Ríos... Mientras tanto, creo que podremos aprovechar el tiempo y celebrar una boda.

Los rostros de sorpresa de Kirk y Ríos sólo fueron superados por el volumen de la risa de Demora Sulu.
Apenas tres días después de esta conversación, Shaka Scott y Elisa Mayo se convirtieron en marido y mujer. Scott fue acompañado hasta el altar por Uhura, su madre, mientras que James Kirk tuvo el privilegio de acompañar a la novia y entregarla a un joven mulato vestido con el traje típico escocés... Por suerte, ésta vez su rostro estaba libre de pinturas de guerra, y de su espalda no colgaba la espada. Por su parte, Demora Sulu aprovechó los privilegios de ser la Capitán de la nave para realizar una ceremonia tan sencilla como bella.

Dos días más tarde, por fin llegó la autorización de la Flota Estelar... No dando de baja al Sub-Teniente Rafael Ríos, sino concediéndole un permiso indefinido y manteniéndole con su rango y su puesto a bordo del Enterprise por si algún día deseaba retomarlo. De este modo, cuando Rafael se despidió de sus camaradas, las lágrimas que todos derramaron no fueron tan amargas, pues las palabras no fueron un “adiós”, sino un “hasta la vista”

- Sr. Archibald, prevenido para abandonar la órbita de Marla IV.
- ¿Rumbo, Capitán?
- A casa, Archibald, a casa.



FIN